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Actualizado: 13 de junio de 2025
¡Qué envidia siento al pensar en las mujeres que presenciaron la más estupenda de las revoluciones! ¡Cuánto me hubiese gustado ver lo que vió mi madre, que era entonces una niña!... Las muchachas más valerosas, acostumbradas á los deportes, montaron una mañana en varios aeroplanos, volando sobre toda la extensión del país. Cada avión llevaba un aparato de los inventados por la sabía providencial.
Imagínese el lector lo que serán ó han sido esas fortificaciones, con solo saber que ellas le hicieron consumir al gobierno español la estupenda suma de 250 millones de pesos, sin contar una gran parte de los armamentos. El viajero se pasma al considerar toda la suma de trabajo humano que debió concurrir á la creacion de aquella magnífica ciudad de calicanto eterno.
Estupenda nariz, que sin ser deforme como la del conde-duque de Olivares, ni larga como la de Cicerón, ni gruesa como la de Quevedo, ni tosca como la de Luis XI, era más fea que todas éstas, formaba el más importante rasgo de su rostro, bastante lleno, abultado en la parte inferior, y colocado en un cuerpo de buenas proporciones.
De pronto ya no vio la rueda. Vio pasar ante él un globo inmenso, de color azulado, en el que se marcaban mares y continentes con perfiles iguales a los que había contemplado en los mapas. Era la Tierra. Y él, imperceptible molécula en la inmensidad del espacio, ínfimo espectador de la estupenda representación de la Naturaleza, podía abarcar con sus ojos el globo azul ceñido de nubes.
Fué en esa altura estupenda donde tremoló por primera vez el estandarte de los reyes católicos, el 2 de enero de 1492, para anunciar á todos los habitantes de la Vega que el reinado de Boabdil habia terminado. Renuncio á la pretension de revelar las hondas emociones que me dominaron durante la contemplacion de aquel espectáculo admirable.
Y luego, dirigiéndose a mí, añadió: Yo no quisiera que se extremara tanto en sus devociones; pero no se la puede contener. Su alma es muy vehemente, y una vez que logré dirigirla al santo fin que me proponía, hase inflamado en una piedad estupenda. Es un fuego abrasador su espíritu, no un vano soplo, y la creo capaz de grandes cosas en la esfera de la vida mística que tan celosamente ha abrazado.
Por ahora, y sabe Dios hasta cuándo, la amenaza de guerra es constante, y en vez de ser segura la paz en la tierra á los hombres de buena voluntad, estamos amenazados siempre de una estupenda y colosal conflagración belicosa, en que luchen por un lado Alemania, Austria é Italia, y por otro Francia, tal vez auxiliada por Rusia. Si por desgracia llegara este caso ¿qué le convendría hacer á España?
Los han de esperar con coches.... Y... Amparo se detuvo, bajando la voz para acrecentar el efecto de la estupenda noticia les iremos a alumbrar con hachas. ¡Ave María de gracia! ¿Qué me dices, mujer? ¿Alumbrarles como a los santos? Andando. ¿Y quién? ¿Las de la Fábrica? Ajá. Una ristra de ellas. Ya estamos habladas. ¿Van tus amigas?... ¿Aquellas dos?... ¡Espera por ellas! No, mujer, no.
La armonía, las buenas amistades, se entablaron pronto, y sólo entonces empecé realmente a gozar de las bellezas indescriptibles de aquella naturaleza estupenda. Pasábamos el día guerreando a muerte con los caimanes. No he hablado aún de esos huéspedes característicos del Magdalena, porque, durante mi inolvidable permanencia en el Antioquía, creo no haberles dispensado una mirada.
En seguida el inmenso anfiteatro de los Alpes fué ofreciéndonos una sucesion de apariciones: la luz, cayendo sobre las alti-planicies y los valles en infinitas cataratas, se desplomaba de repente, de instante en instante, de una cima estupenda al escalon de otra mas baja, de esta á otra inferior, y así sucesivamente hasta inundar de claridad toda la gradería titánica de sierras y montañas.
Palabra del Dia
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