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Actualizado: 17 de julio de 2025
Nada de estraño sería que los poetas elogiasen su lenguaje, pero cuando los mas eminentes prosistas proclaman su superioridad, preciso es reconocer que hay en él algo de verdaderamente sublime, y que por lo menos, no se le debe juzgar sin haberle estudiado antes.
Bien sé que sabes Filosofía le dijo don Cleofás mejor que si la hubieras estudiado en Alcalá, y que eres maestro en primeras licencias. Dejemos estas digresiones y acaba de darme cuenta de tu jornada.
Porque como desde que los imagino hasta que los acabo voy poniendo en ellos tanto de mi alma, al fin ya no llegan a ser telas, sino mi alma misma, y me da vergüenza de que me la vean, y me parece que he pecado con atreverme a asuntos que están mejor para nube que para colores, y como solo yo sé cuánta paloma arrulla, y cuánta violeta se abre, y cuánta estrella lucen lo que pinto; como yo sola siento cómo me duele el corazón, o se me llena todo el pecho de lágrimas o me laten las sienes, como si me las azotasen alas, cuando estoy pintando; como nadie más que yo sabe que esos pedazos de lienzo, por desdichados que me salgan, son pedazos de entrañas mías en que he puesto con mi mejor voluntad lo mejor que hay en mí, ¡me da como una soberbia de pensar que si los enseño en público, uno de esos críticos sabios o cabalierines presuntuosos me diga, por lucir un nombre recién aprendido de pintor extranjero, o una linda frase, que esto que yo hago es de Chaplin o de Lefevre, o a mi cuadrito Flores vivas, que he descargado sobre él una escopeta llena de colores! ¿Te acuerdas? ¡como si no supiera yo que cada flor de aquellas es una persona que yo conozco, y no hubiera yo estudiado tres o cuatro personas de un mismo carácter, antes de simbolizar el carácter en una flor; como si no supiese yo quién es aquella rosa roja, altiva, con sombras negras, que se levanta por sobre todas las demás en su tallo sin hojas, y aquella otra flor azul que mira al cielo como si fuese a hacerse pájaro y a tender a él las alas, y aquel aguinaldo lindo que trepa humildemente, como un niño castigado, por el tallo de la rosa roja. ¡Malos! ¡escopeta cargada de colores!
Así nacen y se van perpetuando en un catolicismo hosco, agresivo, intolerante, generaciones y generaciones de españoles. En un pueblo así, ¿cómo es posible realizar desde la Gaceta un cambio tan radical como el que supone el asunto, hoy estudiado por el gobierno, de las Congregaciones?
-Con esa manera de amor -dijo Sancho- he oído yo predicar que se ha de amar a Nuestro Señor, por sí solo, sin que nos mueva esperanza de gloria o temor de pena. Aunque yo le querría amar y servir por lo que pudiese. ¡Válate el diablo por villano -dijo don Quijote-, y qué de discreciones dices a las veces! No parece sino que has estudiado. -Pues a fe mía que no sé leer -respondió Sancho.
Seríais buen soldado... sobre todo para guardar una consigna; en esta carta me encargan que procure se os dé un entretenimiento honroso para que podáis sustentaros. ¿Qué queréis ser? sobre todo veamos: ¿en qué habéis invertido vuestros primeros años? En estudiar. ¿Y qué habéis estudiado? Letras humanas, cronología, dialéctica, derecho civil y canónico y sagrada teología.
Esto le pareció un poco difícil de conseguir a Luz no estando presente Ángel; pero Ángel, que ya contaba con la dificultad, tenía bien estudiado el modo de vencerla, y de vencerla al tenor de sus deseos. «Para retratarte así, la encargó, vuélvete con la imaginación a tu paraíso, y mírame desde la azotea de tu chalet». Y eso hizo Luz, de muy buena gana; y por eso resultó su cara en el retrato con la expresión de la de una virgen ideal de las Catacumbas, en sus arrobamientos celestiales.
Busca en los repliegues de su memoria algo claro, preciso, fuerte, y no encuentra nada. ¿Es posible que no tenga ni una convicción seria? «Estoy convencido, Ivanov, de que usted no ha estudiado su lección de aritmética.» ¡No, no es eso! Luego recuerda fragmentos de artículos de periódico, de discursos que ha oído; ¿pero qué piensa él? ¿Cuáles son sus convicciones? ¡No las tiene!
No sabemos, si sólo por naturaleza o por virtud de la magia que había estudiado, gozaba de pasmosa aptitud para averiguarlo todo; para reconocer a los sujetos notables, aunque nunca los hubiese visto; y para narrar la historia de cada uno hasta en sus más insignificantes pormenores.
Terminados sus negocios, se ocupaba de Mauricio. ¿Qué tal había trabajado? ¿Estaban contentos de él en el instituto? ¿Había estudiado sus lecciones? ¿Á qué había jugado en el recreo? Comía con el muchacho, que le daba conversación.
Palabra del Dia
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