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Actualizado: 13 de junio de 2025


Pero he aquí que cuando venía rendido y jadeante de una de estas revistas se le acerca en la Carrera de San Jerónimo un amigo y le dice al oído: García, te prevengo que la obra de tu amigo será estrepitosamente silbada. Yo de una casa de la calle de Toledo donde se han reunido esta tarde hasta veinticuatro reventadores y esa ha sido la consigna.

De improviso, rompe la orquesta bruscamente la cadencia, rugen los contrabajos estrepitosamente, las flautas dejan oír agudos silbidos, el metal, desencajado, truena con espantosa violencia, los timbales redoblan convulsamente.

El primer drama que estrenó se titulaba «La Taberna», y fué estrepitosamente silbado por los estudiantes, enemigos del segundo Imperio: todo contribuyó al fracaso de la obra; hasta la circunstancia de apagarse el gas cuando comenzaba la escena más interesante... A pesar de lo ocurrido con «La Taberna» en el teatro Odeón, Carlos Desnoyers aceptó «Flor de Liana» para el Ambigú; pero Desnoyers fallecía poco después, y su sucesor perdió el manuscrito.

Y riendo tan estrepitosamente, que todos los que estaban en la plaza del mercado pudieron oirla, la anciana hechicera se separó de Ester. Mientras esto pasaba, se había hecho la plegaria preliminar en la iglesia, y el Reverendo Sr. Dimmesdale había comenzado su discurso. Un sentimiento irresistible mantenía á Ester cerca del templo.

Toda esa gente metía tanto ruido á bordo con su algazara que los viajeros nos creíamos en una especie de Babel, en tanto que los marineros del Thames y el Paraná se ocupaban estrepitosamente en las maniobras del trasbordo, entonando canciones un acento singular y vibrante.

En tal periodo, las tempestades se forman de repente por la parte del sud: se oye entónces tronar estrepitosamente por todos lados: ruge el viento sud, y á par que cae el rayo, un verdadero diluvio inunda todo el suelo.

Mas Ratón Pérez saltó de repente sobre su hombro, y le metió por la nariz la punta del rabo: estornudó estrepitosamente el Reyecito, y por un prodigio maravilloso, que nadie hasta el día de hoy ha podido explicarse, quedó convertido, por el mismo esfuerzo del estornudo, en el ratón más lindo y primoroso que imaginaciones de hadas pudieran soñar.

Pisando gente entró la pareja, y el viejo pasó a empujones de banco en banco, abofeteando a todos con su capa caída y contestando con desesperados manoteos a los insultos y amenazas, mientras que el público rompía a aplaudir estrepitosamente, para animar a Franchetti, que había interrumpido su canto.

¡Miren quién habla! dijo un viejo paisano que tenía entre todos el alto prestigio de haber sido justiciero juez de paz, cuando don Luna se agacha a conversar es cosa de pedir pieza con cama. ¡Si tiene más música que un órgano!... Y cuando usted habla, viejo, ¿qué hay que hacer?... ¡irse!... dijo Baldomero riendo estrepitosamente, y agregó: ¡Vamos, don Melchor, a dar una vuelta... vamos!...

Juanita repiqueteaba entonces estrepitosamente el aldabón de su puerta, y no bien la entreabría o su madre o la criada, se colaba ella, cerraba de golpe y casi daba a don Andrés con la puerta en los hocicos. Con estos lances, tratos y conversaciones, don Andrés se emberrenchinaba más cada día, y su circunspección iba desapareciendo.

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