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Actualizado: 13 de junio de 2025
Avezado al trato insustancial y vulgar de las jóvenes de Vegalora, que sin motivo se reían estrepitosamente ó se mostraban serias como un regidor de ayuntamiento, de esas niñas que observan las corbatas que uno tiene y las botas que trae y se enfadan si no se las saluda á una legua de distancia, y se hacen almíbar así que un joven rico se acerca á darles las buenas tardes, la condesa fué para él una revelación ó, por mejor decir, la realización viva, hecha carne y al alcance de la mano, de lo que los libros le habían ya revelado.
¡Si no bebes hasta la borra, insultas al rey de Francia, y yo, que soy su embajador, te castigaré como mereces! exclamó el gascón, requiriendo otra vez su espada... Más muerto que vivo, y todavía más borracho que muerto, Manuel se bebió «hasta la borra», dejando luego caer al suelo estrepitosamente la botella... ¡Bravo, bravísimo! aplaudió Guy.
Y de pronto, como cuerpo muerto que un obstáculo fortuito ha detenido en su caída y rueda al abismo así que la valla cede y se rompe, las vitalicias se vinieron abajo estrepitosamente, dando rebotes sobre los puntos; y el oro alzó el vuelo y se plantó en el 350, sacudiendo sus alas orgullosas. Un clamor terrible se oyó, prolongado, ensordecedor.
Ahora podéis descansar cuanto queráis dijo el bufón. No; no, señor dijo el cocinero mayor ; lo que yo quiero es irme de aquí; irme muy lejos de aquí, porque aquí tengo mucho miedo, porque me muero aquí; porque creo que se me va á caer encima esta maldita casa. ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío! Y se echó estrepitosamente á llorar.
No bien terminaron los versos, fueron estrepitosamente aplaudidos por el benévolo auditorio; pero, si hemos de decir la verdad, ni D. José ni doña Antonia prestaron atención durante la lectura; las señoras mayores se adormecieron con el sonsonete; el señor cura halló la composición sobrado materialista y mitológica y un poco pesada, y las amiguitas de Lucía más se entusiasmaron con la buena presencia del poeta que con el mérito literario de su obra.
Ni miró la muchacha al señor Rosendo, ni le dio los buenos días; atontada con el sueño y herida por el fresco matinal que le mordía la epidermis, fue a dejarse caer en una silleta, y mientras el barquillero encendía estrepitosamente fósforos y los aplicaba a las virutas, la chiquilla se puso a frotar con una piel de gamuza el enorme cañuto de hojalata donde se almacenaban los barquillos.
Felipe no sabía qué hacer ni qué excusa presentar; era tan grotesca su actitud y tan francas y ridículas sus palabras, que los demás rompieron a reír estrepitosamente.
Pero cómo no he de reírme, Ricardo, si todas tus desgracias caben bajo un mismo rótulo que inspira risa: «¡amores contrariados!» Y volvió a reír estrepitosamente. ¡Yo habría de verte si Clota te dejase por otro! dijo Ricardo calculando herir en lo más hondo. ¡Ya está! prorrumpió vehementemente Melchor. ¿Quieres que te diga lo que sucedería?... pues bien, escucha: primero pensaría: es mentira.
Cuando hubieron sosegado un poco y se limpiaron las lágrimas y se sonaron estrepitosamente con un pañuelo de hierbas, Paco, que gozaba viéndolas tan alegres, les preguntó: Pero vamos, ¿cuándo lo habéis comprado, el Salvador, que yo no lo he visto hasta ahora? Estaba en el cuarto de Nuncia, mi alma; pero allí no estaba bien, porque tropezaba la cama en él, y lo hemos traído.
Palabra del Dia
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