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Actualizado: 15 de julio de 2025
Todo estaba aún sin arreglar, el gabinete como una leonera, la alcoba lo mismo... Cuando Refugio acabó de tomar su café y Celestina empezaba a poner algún orden en el gabinete, Rosalía, no pudiendo refrenar su impaciencia, cerró con estrepito el abanico... «Debe de ser muy tarde. Las tres menos cuarto quizás».
Una noche, ya al final de septiembre, me había retrasado. Estaba solo en el Rompeolas; el mar, agitado, hacía el estrépito de una serie de truenos al chocar contra las rocas, y levantaba nubes de espuma. Oí en el reloj de la iglesia que daban las once de la noche, y me dirigí hacia casa.
Y como quiera que el golpe de mano debía estar ya preparado de tiempo atrás y ser sabedores de él los presos todos, prodújese al punto gran zalagarda en las salas, y en un abrir y cerrar de ojos se comenzaron á abrir rejas y calabozos con gran estrépito y algarabía, corriendo un grupo de más de cuarenta y tres presos hasta la puerta de la calle, por donde salieron con alborozo, y algunos, «con grillos se fueron hasta la Iglesia Mayor.»
Esta vida de embriaguez, estrépito, pelea y caricias alcohólicas que había entrevisto de niña en lo casa paterna, atraíala con fuerza ancestral, entregándose a ella sin remordimiento, como si continuase una tradición de familia.
Era un sobre, manchado por el transcurso del tiempo, sin rótulo de ninguna especie. Repentino y formidable estrépito hízole volver el rostro amedrentado, y vió que la tapa del cofre había caido en su sitio, cerrándolo de nuevo. Volvió al lado del hogar, para leer el contenido del sobre: pero sus manos estaban de tal manera temblorosas, que no pudo verificarlo.
El metálico estrépito hacía temblar aquel edificio, cuyos rincones parecían repletos de silencio, y conmovía la calle, por la que sólo de tarde en tarde pasaba un carruaje.
La incision crucial me hizo dar un grito tan desaforado, que atemorizado el cirujano se cayó de espaldas; y creyendo que estaba disecando á Lucifer se escapó muerto de miedo, y se volvió á caer de la escalera abaxo. Al estrépito acudió su muger de un quarto inmediato; y viéndome tendido en la mesa con la incision crucial, se asustó mas que su marido, se escapó, y se cayó encima de él.
A los pocos momentos, mucho antes de que mis amigos llegasen a la puerta del castillo y antes también de que Juan pensase en abrirla, se oyó un gran estrépito en la habitación iluminada, como si la lámpara hubiese sido arrojada violentamente al suelo y desapareció la luz que salía por la ventana.
Pero no, era ella; la misma; ¡como si no hubiesen transcurrido ocho años! ¡Leonora! ¡Usted aquí!... Ella sonrió como si aguardara el encuentro. Le he visto y le he oído. Muy bien, Rafael: acabo de pasar un rato delicioso. Y estrechando su mano con un franco apretón de amistad, entró en el carruaje, con estrépito de sedas y finos lienzos. Vamos, ¿no sube usted? preguntó sonriendo.
Y sin embargo, la pobre hilandera, al llegar cerca de allí, deteníase indecisa, temblorosa, como las heroínas de los cuentos ante la cueva del ogro, dispuesta á meterse á campo traviesa para dar vuelta por detrás del edificio, á hundirse en la acequia que bordeaba el camino y deslizarse agazapada por entre los ribazos; á cualquier cosa, menos á pasar frente á la rojiza boca que despedía el estrépito de la borrachera y la brutalidad.
Palabra del Dia
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