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Actualizado: 5 de junio de 2025
Prosiguieron la marcha, y á la noche llegaron á la villa de Lujan, y reputaron haber andado este dia 50 y media millas por el S, 86° 50' O corregido. Este dia llegaron á la Guardia de Lujan, y tuvieron que demorarse para reemplazar el eje del coche que se quebró. El arroyo, del cual toma la Guardia el nombre, desagua en el rio Paraná, en el Rincon del Chanchillo, ó estancia de Campana.
Un antiguo escritor de curiosidades sevillanas, el ya nombrado don Diego Ignacio de Góngora, da noticias de la estancia en Sevilla de doña Catalina, y escribe en este punto las siguientes líneas: «Yo hablé con el P. Fray Nicolás de Rentería, religioso capuchino, que murió portero en el convento de religiosos capuchinos de Sevilla, hombre ya muy anciano, que, siendo mozo y seglar, había estado en las Indias, en la provincia de Nueva España, el cual me dijo que había conocido á la monja alférez en Veracruz, donde tenía una recua de mulos para llevar las ropas y mercaderías que traían la flota á Méjico y tierra adentro y bajar la planta que embarcaban los galeones, y que había realizado mucho caudal en este género de tráfico y ocupación.»
Acabó de cenar Sancho, y, dejando hecho equis al ventero, se pasó a la estancia de su amo; y, en entrando, dijo: -Que me maten, señores, si el autor deste libro que vuesas mercedes tienen quiere que no comamos buenas migas juntos; yo querría que, ya que me llama comilón, como vuesas mercedes dicen, no me llamase también borracho.
Cansados de buscar, regresamos a la estancia, y al traspasar el umbral, la tos que el misterioso personaje padecía, aumentó de tal manera que oímos claramente que se ahogaba; esa horrible tos degeneró en ronquido, en estertor, y repentinamente se oyeron maullar, chillar horriblemente, en todas las disonancias imaginables, un crecido número de gatos.
La niña, impresionada por la caricia, comenzó a sollozar y salió de la estancia.
Vemos luego presentarse en la fúnebre estancia, con rozagantes aunque enlutadas vestiduras, y haciéndole cortejo una lucida guardia de honor, al príncipe Abdullah, grave y taciturno, que viene á sustituir á su hermano Hixem, sucesor en el trono, y ausente en Mérida, en el oficio de Imam, y á quien el Cadí de los Cadíes deja respetuosamente el puesto junto al féretro.
Quedó así clavado, siempre en su sillón, agitándolo extraños e indefinibles presentimientos... De las tres bujías que alumbraban la estancia, apagose una, ya consumida... Al disminuir la luz, Pablo dirigió una mirada a los retratos que colgaban en los muros, y vio que todos, hombres y mujeres, lo miraban y sonreían cariñosamente, como saludándolo.
Dando paseos por su estancia; despidiendo desabridamente á la curiosa Lucía, que asomó la rubia cabeza á la puerta, y preguntó, como de costumbre, qué había de nuevo, y lleno todo de agitación, esperó D. Fadrique más de hora y media. El fraile llegó al cabo; pero, antes de que abriese los labios, columbró D. Fadrique, en lo melancólico que venía, que era portador de malas nuevas.
Al cabo de diez minutos largos, la linda cabeza rubia de su esposa asomó por la puerta. ¿Qué me querías, pichón mío? preguntó, sin entrar, en tono distraído, que no encajaba bien con lo meloso de la pregunta. Entra... Son las once, y aún no me han curado el vejigatorio. Yo pensaba que esperarías a que el médico lo hiciese dijo avanzando con vacilación por la estancia.
Era Celso más bajo y más delgado que los otros, pero suelto y brioso y con un aire vivo y petulante que acusaba su estancia en tierras más calientes que la de Asturias.
Palabra del Dia
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