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Vemos luego presentarse en la fúnebre estancia, con rozagantes aunque enlutadas vestiduras, y haciéndole cortejo una lucida guardia de honor, al príncipe Abdullah, grave y taciturno, que viene á sustituir á su hermano Hixem, sucesor en el trono, y ausente en Mérida, en el oficio de Imam, y á quien el Cadí de los Cadíes deja respetuosamente el puesto junto al féretro.

Abre calle el gentío á la prolongada hilera del acompañamiento fúnebre, y llegado el cadáver al lugar de su sepultura, comienza Abdullah con lentitud y magestad la oracion ritual que repiten á media voz los asistentes: "Allah ua aqbar, loores á Allah que mata y resucita: suyas son las gracias y las grandezas y los imperios, él es sobre toda cosa poderoso!

Ceden á este el puesto de preferencia otros siete personages, jeques del consejo privado del Sultan difunto, que son los siguientes: Abú Othman, el impetuoso caudillo árabe que habia sido el primero en levantar el estandarte de Abde-r-rahman en Andalucía; Abdullah Ibn Khaled, yerno del rey; Abú Abdah, gobernador de Sevilla; Shoheyd, hijo de Isa, hijo de Shoheyd, descendiente de un bereber, segun algunos de un griego, que habiendo caido prisionero en las primeras guerras del Islam, fué esclavo de Moavia hijo de Merwan; Abdu-s-sellám Ibn Basil, griego tambien, y liberto de Abdullah Ibn Moavia; Thálebab Ibn Obeyd Ibn Annadhdhám Al-jodhamí, gobernador de Zaragoza; y por último, A'ssen Ibn Moslem Ath-Thakefí, que era uno de los mas celosos partidarios de Abde-r-rahman, y el que en la famosa batalla de Músarah dió á sus tropas el ejemplo de cruzar á nado el rio.

Sus sucesores Al-Mundhir y Abdullah alcanzan el mismo destino: enérgicos y resueltos cuando se trata de hacer la guerra y de administrar justicia, nada hacen por el progreso del arte. ¿Ni cómo es posible que consagren al mundo de la belleza sus meditaciones un príncipe como Al-Mundhir, que apenas brilla cual fugaz metéoro pasando en dos años escasos de su proclamacion en Córdoba á su muerte en el campo de batalla, y un príncipe como Abdullah, su hermano, que aunque llamado á encanecer bajo el solio, vive siempre envuelto en una atmósfera de sangre y de esterminio?

Señor, defiéndele del escándalo de la huesa y de las penas de la Jehenna, y danos buen fin en nuestros dias: amen." Abdullah da salam á la concurrencia, en seguida es entregado el cadáver á los sepultureros, y al hundirle en la huesa, donde es cuidadosamente depositado de cara á la quibla, dice por última vez el príncipe: «Señor Allah! nuestro hermano dejó el mundo y va hácia .