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Actualizado: 5 de junio de 2025
La estancia en que le recibí en mis brazos, después de las bendiciones nupciales, me causa ahora rubor, como al afrentado le causa rubor el sitio en que sufrió la afrenta.
Diciendo esto Ben-Farding, saltó de su huronera, dió tres o cuatro carrerillas por la estancia, sacudió de papirotes y sardinetes a los deslumbrados wazires, cadíes y altos dignatarios del diván, y salió rehilando de la Alhambra, como Bodoque disparado por fuerte brazo de bien templada ballesta.
Procure usted desempeñar bien su papel. Yo respondo del mío. Doña Paula salió de la estancia escoltada por el Duque, que la despidió a la puerta con una exagerada y silenciosa reverencia. Al llegar a la escalera la angustiada señora, respiró con libertad. Aunque fuese a costa de, aquellas penosas emociones, se alegraba vivamente de haber arreglado el asunto sin escándalo y sin peligro.
Salí de la estancia precipitadamente, seguido de Paulino, y tropezando con andamios y botes de pintura, fuimos a dar hasta la alcoba en donde Antonio dormía tranquilo. ¡Antonio, por Dios! exclamé. ¡Este lugar está embrujado! ¿Qué pasa? ¿Qué sucede? ¡Pero, hombre!, añadió Antonio, al encender la bujía y ver la expresión de nuestros rostros. ¿Qué tenéis? ¿Estáis locos? Poco menos, te aseguro.
El personal de la estancia comentaba el parecido fisonómico de ciertos jóvenes que trabajaban lo mismo que los demás, galopando desde el alba para ejecutar las diversas operaciones del pastoreo. Su origen era objeto de irrespetuosos comentarios.
Mutileder, que venía de salones donde había mucha luz, nada veía al principio, e imaginó que el salón en que acababa de entrar estaba a oscuras; pero sus pupilas se dilataron muy pronto, y notó que una luz velada y dulce iluminaba aquella estancia, difundiéndose desde el seno de tres lámparas de alabastro.
La vida pública, que hasta entonces había faltado a esta asociación árabe-romana, entró en todas las ventas, y el movimiento revolucionario trajo al fin la asociación bélica en la montonera provincial, hija legítima de la venta y de la estancia, enemiga de la ciudad y del ejército patriota revolucionario.
Varios ídolos de extrañas cataduras y de simbólicas formas, autorizaban y caracterizaban la estancia. Allí estaban representados Agni, dios del fuego; Kamala o Kamela, Venus de la India, de cuyo nombre proceden, en nuestro vulgar idioma camama, camelo y sus derivados; y allí estaban también Indra, Varuna y hasta la misma Trimurti.
Pero estas todas eran cosas hondamente sumidas en su mundo interior y de ellas jamás tenía ocasión de hablar con nadie. Ahora estaba, desde hacía un mes, en la estancia de su tío Ernesto Molina. Procuraba distraerse con la lectura; pero los libros, en aquella campaña despoblada, monótona, sobreexcitaban las ansiedades vagas de su corazón.
En inglés le dijo Moreno que echase agua en uno de los búcaros que en la estancia había, para poner los nardos; y sin soltar estos de la mano se dejó caer en el sofá.
Palabra del Dia
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