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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Pero sea lo que quiera del resultado ético de tales novelas, y aunque se diga, quizá con razón, que, más que a malos pensamientos, provocan a asco, siempre será verdad que el género es detestable, no ya por inmoral, sino por feo, repugnante, tabernario y extraño a toda cultura, así mundana como estética.
Su estética tiene 100 millones más de partidarios que la estética europea. Además, si de eso se ha de tratar, tendríamos que aceptar la inferioridad de los latinos, en especial la de los españoles, respecto de los sajones que son mucho más blancos.
Perteneció a la generación literaria de Gautier, de Balzac, de Baudelaire, de Murger y de Houssaye; época de la bohemia dorada, pintoresca y espiritual. Los amplios bolsillos de su levita negra eran una amplia biblioteca ambulante. Libros de versos, de filosofía, de estética, e innúmeros cuadernos de apuntes.
En la noche anterior no había ganado más que seis cuartos. ¡Había estado tan fría! Como que amaneció Madrid envuelto en una sábana de nieve de media cuarta de espesor. Y todo el día siguió nevando sin cesar un instante, lo cual les tenía sin cuidado a la mayoría de la gente, y fue motivo de regocijo para muchos aficionados a la estética.
Yo estaba asombrado contemplando tales transformaciones y me sorprendía su extraordinaria belleza de la muchacha, cuando la vi realzada con los atractivos que el arte presta tan hábilmente a la hermosura. ¡Y qué bien sabía ella aplicarlos a su persona! ¡Qué singular talento el suyo para poner cada objeto en el sitio donde debía estar, y donde las leyes más rigurosas de la estética querían y mandaban que estuviese!
Juanillo guardó prudente silencio. ¿Cómo iba a explicar a aquella ignorante y pobre gente la intención estética que tuviera? ¿cómo?... Terminadas las lamentaciones del mayordomo, la mayordoma comenzó las suyas: ¡Dios mío! ¡matar esos cisnes tan lindos que eran como los hijos de la señora!... ¿Y qué nos dirá la señora? ¿Y qué le diremos a la señora?...
Se puso después un poco de rojo en las mejillas y humedeció sus labios con agua de rosa. ¿Ves como estoy así más linda? No creas que tengo costumbre de pintarme; solamente me pinto cuando estoy demasiado pálida, como hoy, por una razón estética. No hago más que igualarme, igualar mi cara a la que tengo los demás días. Volviendo a José Luis, yo no pienso hacerle caso.
Para leerlo en la «Estética Nueva» y publicarlo en la «Revista Azul», lo debes trabajar más, mucho más, ¡nunca es bastante! Estaba presente un tercero, Aristarco López, inseparable amigo de del Laurel, también estudiante de derecho in nomine y per accidens; pero, en cuerpo y alma, todo un cronista «sportivo» de un diario popular.
Había, por último, en el porte y continente de D. Luis aquel indescriptible sello de distinción y de hidalguía que parece, aunque no lo sea siempre, privativa calidad y exclusivo privilegio de las familias aristocráticas. Al ver a D. Luis, era menester confesar que Pepita Jiménez sabía de estética por instinto.
Pero como esta misma perfección debe ser el modelo eterno, á que ha de sujetarse la teoría y la crítica estética, siempre que se trate de determinar el mérito absoluto de una composición poética, hemos de considerar colocado en el peldaño más alto de esta escala, para ser consecuentes, al período de tiempo, que se distingue por la mayor conformidad de sus composiciones con aquel modelo.
Palabra del Dia
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