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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Aunque el palacio estaba espléndidamente amueblado, el duque hizo desterrar de los salones algunos muebles demasiado grandes y pesados y traer de París otros más sencillos y ligeros. Se quitaron algunos tapices; se compraron muchos objetos de arte, de los cuales estaba un poco necesitada la casa. Veinte días antes del designado para el baile, se enviaron las grandes tarjetas de invitación.

Era este alcázar de piedra, mármoles y jaspes, de hermosa traza, y por dentro espléndidamente decorado: y la imágen de la esclava lucia esculpida de relieve sobre su puerta principal .

En este encantador recinto espléndidamente iluminado, en cien mesitas relucientes con la mantelería, el cristal y la plata, siéntanse centenares de hombres y mujeres elegantemente vestidos, y de esta manera aumentan la animación y brillantez de la escena, pudiendo decirse, sin exageración, que en ningún otro punto ha contribuido la naturaleza a producir un templo más digno de los discípulos de Epicuro.

Estaba espléndidamente hermosa la ex florista con su traje de María Estuardo. Llevaba un sobretodo acuchillado de mangas abiertas, color carmesí recamado de oro; un elegante prendido de encaje y menudas florecillas de esmalte y perlas. Su incomparable belleza irritó aún más la ira de Clementina.

Su padre la había tenido en una inglesa, manceba de un tonelero irlandés que había llegado a Valencia en busca de trabajo. Llamábase Rosa Coote. Era espléndidamente bella y lo hubiera sido más a cuidar algo del adorno o aliño de su persona. La miseria, en que ordinariamente vivía aquel hogar ilícito, la había hecho sucia y andrajosa.

Los almacenes y las tiendas, espléndidamente iluminados por el gas en el interior y el exterior, ostentan la infinita variedad de los valores que contienen, en términos que las muestras nomas, expuestas en las fachadas y entre vidrieras luminosas, representan capitales ó fortunas considerables.

Tres días después pudo Margarita convencerse de que su ilustre amiga y madrina se equivocaba por completo... Pedro López había dicho, y millares de lectores lo vieron en La Flor de Lis, que el ángel de la caridad había sentado sus reales en el palacio de la celestial condesa de Albornoz... Fuese o no esto cierto, éralo, sin embargo, que de los cuatro ángulos de la Villa y Corte afluían al palacio preciosos regalos para la kermesse, patrocinada por la dama, que iban quedando expuestos al público con grande primor colocados en los varios salones; por las noches, en uno de ellos espléndidamente iluminado y en torno de una larga mesa cubierta por rico tapiz de tintas oscuras, agrupábase un risueño enjambre de jóvenes doncellas y apuestos donceles así los llamaba Pedro López que, barajados y confundidos, formando parejas, y más pegaditos entre ellas y ellos de lo que la temperatura ordinaria pedía de suyo, dedicábanse a la caritativa tarea de hacer hilas para los infelices heridos del Norte.

A Fray Juan le proporcionó recursos suficientes para socorrer a sus más desvalidos catecúmenos y fundar un asilo piadoso, y al señor Vandenpeereboom, que tenía amplios poderes de los señores Adorno y Salvago, le compró la nave, pagándola espléndidamente, por una mitad más de su justo precio.

Erigida la villa en condado, el nieto del maestre lo gozaba espléndidamente establecido en su magnífico alcázar.

En cambio, en la tertulia de la noche desatábase a charlar de cosas diversas, ponderaba con inmodestia su amor al trabajo, sus ganancias, y hacía planes de vida regalada y espléndidamente metódica. Además tenía noticias de la muerte de un pariente suyo, muy rico, y esperaba una bonita herencia. Se conceptuaba afortunadísimo, aunque algo le faltaba, , algo le faltaba para ser completamente feliz.

Palabra del Dia

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