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Actualizado: 3 de julio de 2025
Doña Clara, yo os amo; sois lo único á que aspiro; ser vuestro y que vos seáis mía, es una gloria que me enloquece... pero noto en vos no sé qué de terrible, de violento. ¿Os obligan á que os caséis conmigo? Sí por cierto, me obliga mi corazón. ¡Vuestro corazón! habéis pronunciado de tal manera esas palabras, que me espantan; no, vos no me amáis... ¿Quién sabe?
Las mujeres de Cádiz son generalmente bellas, picantes y atractivas: eso, y la condición mercantil de la ciudad, hacen la desgracia de ellas en las clases mas expuestas á debilidades y seducciones. Así, la prostitución tiene en Cádiz proporciones que espantan.
Don Quijote necesitaba aquel horizonte, aquel suelo sin caminos, y que, sin embargo, todo él es camino; aquella tierra sin direcciones, pues por ella se va a todas partes, sin ir determinadamente a ninguna; tierras surcadas por las veredas del acaso, de la aventura, y donde todo cuanto pase ha de pareer cobra de la casualidad o de los genios de la fábula; necesitaba de aquel sol que derrite los sesos y hace a los cuerdos locos; aquel campo sin fin donde se levanta el polvo de imaginarias batallas, produciendo, al transparentar de la luz, visiones de ejércitos de gigantes, de torres, de castillos; necesitaba aquella escasez de ciudades que hace más rara y extraordinaria la presencia de un hombre o de un animal; necesitaba aquel silencio cuando hay calma, y aquel desaforado rugir de los vientos cuando hay tempestad; calma y ruido que son igualmente tristes y extienden su tristeza a todo lo que pasa, de modo que si se encuentra un ser humano en aquellas soledades, al punto se le tiene por un desgraciado, un afligido, un menesteroso, un agraviado que anda buscando quien le ampare contra los opresores y tiranos; necesitaba, repito, aquella total ausencia de obras humanas que representen el positivismo, el sentido práctico, cortapisas de la imaginación, que la detendrían en su insensato vuelo; necesitaba, en fin, que el hombre no pusiera en aquellos campos más muestras de su industria y de su ciencia que los patriarcales molinos de viento, a los cuales sólo el lenguaje faltaría para ser colosos, inquietos y furibundos, que desde lejos llaman y espantan al viajero con sus gestos amenazadores.
Puede usted reñirme, Amaury, pues es el único capaz de corregir mis defectos si así se lo propone... Pero no me gusta oírle hablar de usted: querría oírle a usted mismo. »¿Cuál es ahora su disposición de ánimo? ¿En qué piensa? ¿Qué siente? »¡Oh! ¡Cuán triste es mi posición, colocada entre usted y mi tío!... Me espantan, me aniquilan, esos dos grandes dolores...
Verán ustedes la lucha del oso de los Pirineos con los perros que saltan sobre él y acaban por sujetarle. Este es el león del desierto cuyos rugidos espantan al más bravo de los cazadores. Sólo su voz pone espanto en el corazón más valiente... ¡Oid!
No digo lo contrario... no, señor; pero vea: esos mozos que están con usted... ¡Son pavadas! de ellos, que quieren que me pase el día escribiendo cartas a cuantos imbéciles me escriben... No es eso... no... don Melchor... ...y que se espantan porque tomo vino en la mesa. Tampoco... don Melchor... ...como si pudiera hacerme mal. ¿Quién va a decir eso?...
Las madres, que tantos y tan diversos rostros de pecadoras habían visto entrar allí, no parecían dar importancia a la belleza de la nueva recogida. Eran como los médicos que no se espantan ya de ningún horror patológico que vean entrar en las clínicas. Hubo de pasar un buen rato antes de que la joven se serenase y pudiera cambiar algunas palabras con sus compañeras de lazareto.
Y sin embargo se dijo al cabo de un momento, saliendo de su estupor con un suspiro, todas esas grandezas ya no me espantan, porque no tienen realidad. La existencia de esos astros está pendiente del hilo de mi razón. Yo llevo en mí la forma eterna de esos objetos, como de todos los demás. No son otra cosa a mis ojos que un espejo donde se refleja mi ser interior.
5 Mas ande otro criollo pasa Martín Fierro ha de pasar; nada lo hace recular ni los fantasmas lo espantan, y dende que todos cantan yo también quiero cantar. 6 Cantando me he de morir Cantando me han de enterrar, Y cantando he de llegar Al pie del eterno padre: Dende el vientre de mi madre Vine a este mundo a cantar.
1086 La fiera ama en su guarida, de la que es rey y señor; allí lanza con juror esos bramidos que espantan, porque las fieras no cantan: las fieras braman de amor. 1087 Ama en el fondo del mar el pez de lindo color; ama el hombre con ardor; ama todo cuanto vive: de Dios vida se recibe, y donde hay vida, hay amor.
Palabra del Dia
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