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Actualizado: 13 de septiembre de 2025
Catalina Lefèvre llevaba el compás golpeando en la mesa con el mango de un cuchillo, y si es cierto, como algunos dicen, que los muertos acuden a escuchar cuando se habla de ellos, los muertos debieron quedar contentos y el Rey de Bastos debió cubrir de espumarajos su barba roja.
Subió la sangre al rostro de doña Mencía y le tiñó de rojo al escuchar aquellas palabras; pero con serenidad y calma, para que lo que había resuelto no se atribuyese a momentáneo arrebato, sino a resolución premeditada e irrevocable, dijo a D. Diego de esta suerte: No hubiera yo presumido ni creído nunca, Sr.
Lorenzo escuchaba el diálogo de Melchor y Ricardo mientras observaba el campo con la cabeza apoyada en la mano derecha, y al escuchar las últimas palabras de Melchor se volvió hacia éste, diciéndole: ¡Pareces un apóstol en pleno paganismo! Bien puede haber de las dos cosas replicó Melchor, y más que fecundo me resultaría este viaje si él me hubiera de servir para convertir a ustedes.
No le pesó nada, en verdad: al contrario, se imponía extremada molestia para representar su papel de displicente. O Rosa se iba haciendo cada día más graciosa, o a él le iba haciendo cada día más gracia. No podía ver su figura, aunque fuese de espaldas, sin sentir extraordinario deleite; no podía escuchar su voz sonora y cristalina sin conmoverse.
¿Puedo escuchar aún, algunos párrafos de esa correspondencia de solteros? preguntó Francisca. Prometo ser buena como una imagen y respetuosa como un leño. La mirada de la de Ribert se dulcificó ante el tono de la petición, que produjo en todas una franca carcajada.
Cuando se trata de contraer matrimonio, que al fin y al cabo es un sacramento de la Iglesia, hay que guardar circunspección y formalidad. En otros tiempos mejores que éstos, no se realizaba una boda entre nosotros sin escuchar antes la opinión de los mayores. Te agradezco mucho la confianza que haces de mí, y desde luego puedes contar con mi aprobación. ¿Y con su ayuda puedo contar?
Creyó escuchar la música sacudida y saltarina de un jazz-band. Siguió con sus ojos la rotación de las parejas que bailaban en un gran rectángulo rodeado de brillantes mesitas.
Vuestro puesto está á su lado, desde este momento hasta su regreso, hasta el regreso de ambos. Ni una palabra más, Roger. Conquistad ante todo la estimación de mi padre. El buen caballero no espera recompensa hasta después de haber cumplido su deber. ¡Adiós, y el cielo os proteja! El doncel, lleno de alegría al escuchar aquellas palabras, se inclinó para besar la mano de su amada.
Ese día me encontré, en presencia de tanta ruina, con el temor de haber equivocado el camino, solo y casi pobre. Entonces, de improviso, surgió dentro de mi corazón algo como una necesidad, como una ansia, como una sed ardiente de socorro; entonces llegué casi a extender la mano para encontrar a mi lado un apoyo, casi me prosterné a escuchar una palabra de consuelo...
De repente una voz seca, vibrante, particular, dijo con acento de amenaza, viniendo de la dirección opuesta á la que llevaban el tío Manolillo y doña Clara: ¡Alto allá! que en noches tan obscuras es bueno evitar tropiezos. El bufón se detuvo al escuchar aquella voz y retrocedió. ¡Quevedo! exclamó doña Clara.
Palabra del Dia
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