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Actualizado: 13 de septiembre de 2025
María así lo hizo por complacerla, protestando de que ella era una miserable pecadora a quien Dios no podía escuchar; pero el niño, apenas se vio acariciado por tan hermosa mano, comenzó a sonreír y no tardó muchos días en ponerse bueno. Esta maravillosa cura, pregonada por la agradecida madre, hizo gran ruido en el pueblo.
Algunos ratos, los pasaba yo rogando en alta voz junto a su lecho: su hermano, arrodillado en el umbral de la puerta, parecía escuchar el rezo. ¡Qué espectáculo más triste el que presentaba aquella habitación!
Y... ¡Hola! exclamaron unos y otros acercándose y aprestándose á escuchar. Los proyectos de don Custodio eran famosos como los específicos de los curanderos.
¿Tú? ¿tú? dijo el caballero sin poder sosegar la risa. Tú nunca has servido más que para hacer el rancho al escuadrón. El furor del fraile no tuvo límites al escuchar esto. Gritó, pateó, dio espantosos puñetazos sobre la mesa. Por último, lanzose hacia la puerta y desde su marco comenzó con descompuestos ademanes a apostrofarle.
¿Que sabéis...? ¿Os ha dicho ese joven...? No, por cierto; es callado y firme como una piedra; pero yo he adivinado... es más, tengo pruebas... es un secreto terrible... y si para ello me llamáis... entendámonos completamente. Explicáos con claridad dijo doña Clara con la mayor reserva. Su majestad tiene disculpa... ¿Nos puede escuchar alguien?
Yo le solía escuchar con las lágrimas en los ojos. Aquellos cantos de Ossian me parecían admirables. Hoy mi mujer tiene demasiadas cosas en qué ocuparse para corretear por el campo. Nuestro clan va aumentando y ella es la administradora. Yo le digo que es el buen tirano, la dictadora inteligente, la representación del gobierno ideal para los perezosos. Yo soy el vagabundo de la familia.
Es preciso que te acostumbres a creer que hay además de ti, otros hombres en el mundo, y que las muchachas tienen ojos para ver y oídos para escuchar. Con estas palabras que encerraban profunda verdad, la condesa me estaba matando. Parecíame que mi alma era una hermosa tela, y que ella con sus finas tijeras me la estaba cortando en pedacitos para arrojarla al viento. Pues sí.
¡Oh! eso es grave, hija mía dijo la tía Liette sonriendo a pesar de su tristeza. ¿Verdad que sí? respondió cándidamente la joven miss. Así fue, que cuando el señor de Argicourt fue a acompañarle, los seguí con disimulo y me puse a escuchar... Sé que hice mal, tía Liette... Liette le estrechó la mano, como para animarla.
Corneta, toca á la carga: dijo, y al escuchar los soldados los bélicos sonidos de la trompeta pusieron al galope sus cabalgaduras y segundos después, se había entablado una cruenta lucha, cuerpo á cuerpo, de la que no salieron muy bien tratados los Independientes que la sostuvieron, breves minutos.
Si hubiera seguido tras el sargento mayor, se hubiera visto obligado á pasar por la puerta de su aposento. Y entonces hubiera tropezado con un bulto que estaba colocado delante de él. Aquel bulto era el sargento mayor. Escuchaba. Está sola y llora dijo ; ¿dónde estará el bufón? Y volvió á escuchar.
Palabra del Dia
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