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Actualizado: 13 de julio de 2025


Una envidia santa traspasó su corazón encallecido al escuchar las bendiciones de los miserables y al ver a tanto desgraciado que se echaba de hinojos en el suelo para besaros los pies.

Basta mirar su bella figura escultural y contemplar sus grandes ojos suaves, claros, hermosos; basta escuchar sus nobles palabras y ver sus acciones, más nobles aún, para sentirse cerca del origen de toda poesía... Además, nunca he creído que al artista le convenga una esposa de imaginación exaltada, de temperamento nervioso, inquieto y refinado como el suyo.

Que el Dios vestido de terciopelo morado y de oro quisiera escuchar sus suspiros, sus oraciones repetidas a toda prisa, con vertiginosa rapidez, para que entrase la mayor cantidad posible de palabras en la medida del tiempo, y era seguro que Juan saldría sano del redondel donde estaba en aquellos momentos.

Mal hecho; pero, ¿a quién se ha de permitir ser curioso, si no se le permite a un autor dramático? La curiosidad, que en los demás es un defecto, en él constituye un deber. Debe escuchar, aunque sólo sea por oficio.

Al escuchar tales palabras, en un instante como aquél, el mancebo sintió que una horrible blasfemia había sido lanzada al rostro del Señor; y un acento sobrehumano, cual la voz de un arcángel, le gritó en la conciencia su deber ante la iglesia de Cristo y ante la memoria de sus mayores.

Por consiguiente, permítame, Mabel, que le hable en este momento con toda la mayor ingenuidad posible, como un hombre lo debe hacer con una mujer que es su verdadera amiga. Es usted joven, Mabel, y... vamos, usted lo sabe, muy... muy bella... No, señor Greenwood, le aseguro que hace usted muy mal en decir eso me interrumpió, sonrojándose al escuchar mi cumplimiento. Estoy convencida de que...

Toleraba al Nacional sus opiniones sobre «Dios u la Naturaleza» sin gran escándalo, pues la divinidad era para él algo vago e indeciso, semejante a la existencia de un señor del que se pueden escuchar con calma toda clase de murmuraciones, por lo mismo que sólo se le conoce de oídas.

Me creí amenazado de la eterna historia de una seducción vulgar; pero, prefiriendo oírla a verla emborracharse, me dispuse a escuchar, y ella siguió de este modo: Voy a contártelo. En primer lugar, yo no me llamo Elvira: mi verdadero nombre es Nicolasa. Soy de un pueblo de cerca de Madrid.

Seducidos por su elocuencia sencilla y conmovedora, comenzaron «a caer» a las orillas del río algunos judíos propensos a las alucinaciones, para escuchar las homilías de aquel giróvago fluvial. Bautista era un moralista espontáneo, vale decir sincero, sin sistema ético ni dogma filosófico; lo que se dice un buen hombre.

14 Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse; ni Dios hace acepción de personas, mas busca la manera para no echar de si al desechado. 17 Tu sierva pues dice: Que sea ahora la respuesta de mi señor el rey para descanso; pues que mi señor el rey es como un ángel de Dios para escuchar lo bueno y lo malo, y el SE

Palabra del Dia

brahmatma

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