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Actualizado: 10 de julio de 2025


Al ver la sardinera que por aquel día no había modo de reñir con nadie desde el balcón, encerróse también en su caverna; sacó de un escondrijo una botella de aguardiente, bebióse cerca de la mitad; y cuando los vapores de aquel veneno comenzaron á adormecerla, acercóse balbuciente y con paso mal seguro á la sucia y fementida cama, y en ella se desplomó, revolcándose allí como cerdo en su pocilga.

Me perecía por conversar con él; y como en estas intimidades se me deslizaban en la lengua algunos destellos de la luz en que se bañaban mis ideas en su escondrijo, el muy lagarto se sonreía a la callada, y con bien escaso esfuerzo de ingenio iba descubriéndome todo lo que yo no quería declarar.

Ocurrió por entonces en España uno de esos acontecimientos que hacen raya en la historia de los pueblos; marejadas de fondo, como diría Tremontorio, cuyas ondas, bajo un cielo sereno, sin saberse en dónde nacen, son más impetuosas á medida que caminan; y llegan á la costa, y baten sus peñascos, y no hay entre ellos cueva, ni boquete, ni escondrijo donde la furia no meta su desgreñada cabeza con pavoroso estruendo, ni puerto tan seguro que no reciba sus espumas y sienta estremecerse el limpio cristal de sus aguas.

4 Tras de él bramará el sonido, tronará su valiente voz, y aunque sea oída su voz, no los detiene. 5 Tronará Dios maravillosamente con su voz; él hace grandes cosas, y nosotros no lo entendemos. 6 Porque a la nieve dice: en la tierra; lluvia tras lluvia, y lluvia tras lluvia en su fortaleza. 8 La bestia se entrará en su escondrijo, y habitará en sus moradas.

Un hombre mal intencionado podía ocultarse muy fácilmente... en el cuarto de mi doncella, por ejemplo, en el instante de disolverse la tertulia, cuando es menos notado cualquier movimiento y menos extraña la presencia de una persona; salir de su escondrijo en hora conveniente; hacer lo que se había propuesto, y aguardar en otro escondite a que los criados bajaran del sotabanco, abrieran las puertas, después de abierta la de la calle, y largarse a ella muy tranquilo. ¡Pues si la doncella estuviera de acuerdo con el ladrón!... ¡Qué espanto!

Ya le seguiremos en su interesante regreso al escondrijo donde mal vive. Por de pronto, observémosle en su rudo luchar por la pícara existencia, y en el terrible campo de batalla, en el cual no hemos de encontrar charcos de sangre ni militares despojos, sino pulgas y otras feroces alimañas.

La grandísima pícara estaba escondida en una tienda de ultramarinos inmediata al café: desde allí observó los movimientos de don Juan hasta que le vio marcharse despacio, tan mohíno y preocupado, que, a pesar de la lluvia, llevaba el impermeable sin abotonar, y la cabeza tan caída sobre el pecho, que el agua le iba entrando por el cogote. Luego que le perdió de vista salió ella de su escondrijo.

Pero en la hora que todavía pasó allí, le fue imposible desechar el mal recuerdo del escondrijo y la torturante posición que había sufrido en él... No volvería al camarote de Nélida. Sentíase sin fuerzas para arrostrar una nueva sorpresa, desafiando el ridículo, considerado por él como el más temible de los peligros. Ella asintió.

Parece que todavía me guarda algún rencor porque me permití descubrir el escondrijo donde amontonaba, como la marmota, lo que iba robando. Estás prevenido contra él gruñe Martín; lo mismo que Gertrudis... Sois injustos, cruelmente injustos con él. Juan mueve alegremente la cabeza; y, señalando con el dedo una puerta que conduce a una habitación de madera, recién construida, pregunta. ¿Qué es eso?

Cortos eran los réditos del caudal de Moscoso que no se deslizaban de entre los dedos temblones de fray Venancio a las robustas palmas del tutor; pero si lograban pasar a las de doña Micaela, ya no salían de allí sino en forma de peluconas, camino de cierto escondrijo misterioso, acerca del cual iba poco a poco formándose una leyenda en el país.

Palabra del Dia

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