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Gillespie, mientras tanto, había levantado el brazo que servía de refugio á los dos amantes. Al ver Popito que el cortejo universitario había abandonado ya la planicie de la mesa, se dirigió hacia uno de los escotillones, despidiéndose antes de Ra-Ra con varios besos. Volveré dijo apresuradamente, ahora que conozco tu escondrijo.

Smiles y yo oímos la conversación; al dejar de distinguirse las dos voces, Smiles me dijo: No han encontrado nada. Es indudable. No supe si alegrarme o entristecerme; no habiendo encontrado el tesoro, nos buscarían con más ahinco. Al hacerse de noche salimos de nuestro escondrijo, y, metiéndonos en la arena hasta la cintura, avanzamos por la playa. ¿Con qué objeto? No teníamos ninguno.

Al volverse Roger para emprender la marcha descubrió lo que hasta entonces no había reparado; que su breve entrevista con la pobre mujer había tenido testigos. Eran éstos dos hombres, ocultos hasta entonces entre los brezos que cubrían el montón de piedras antes citado y que abandonando su escondrijo se dirigían hacia la hondonada.

El ingeniero que me acompaña tiene una frenética aficion á todas las cosas de la antigüedad; es un arqueólogo furibundo, y estoy cierto que si bajo con él al Panteon, me obligará á meter la cabeza por todo nicho, sepultura, grieta, rendija, escondrijo y recobeco que vaya encontrando.

Estamos en el sepulcro de Voltaire, de este gran revolucionario, de este gran invasor, de este gran rey, como le apellidaba tan admirablemente Federico de Prusia. Esto no es una tumba histórica; no es tampoco un sepulcro; no es ni una sepultura. Es un escondrijo con cuatro paredes; un cachivache con una estátua, un hoyo, una losa, y un epitafio.

Por la noche fue Maximiliano al hotel de Feliciana, tercer piso en la calle de Pelayo, y al entrar, lo primero que vio... Es que junto a la puerta de entrada había un cuartito pequeño, que era donde moraba la huéspeda, y esta salía de su escondrijo cuando Rubín entraba.

Desde la rebotica, donde estaba trabajando, la vio pasar por la calle: «Allá va la nave. Siempre tan puntual a la citita. Doña Lupe furiosa, el pobre Rubín ido, y esta paloma volando al tejado del vecino. ¡Qué lejos está ella de que le he descubierto el escondrijo! Trabajillo me costó; pero me salí con la mía. Y no es que me proponga delatarla... cosa impropia de un caballero como yo.

No recordaba que Dunsey y él hubieran hablado nunca del tejedor desde hacía doce años, época de su infancia, en que se divertían burlándose de él. Además, su imaginación encontraba siempre una coartada para Dunstan; se lo imaginaba siempre en algún escondrijo en armonía con los gustos que le conocía, y hacia el cual debía haberse dirigido después de haber abandonado a Relámpago.

Cierto que Luz estuvo en el escondrijo dos años más de lo justo; cierto que el momento de decidirse la madre ocurrió en aquella crisis de su edad y después de un hartazgo de desórdenes que bien pudiera tomarse por el hartazgo de Marta; cierto es igualmente que en estas coincidencias hay base sobrada, tomando las cosas en su primer aspecto, para la suposición de las gentes; pero es la pura verdad también lo que yo afirmo con el testimonio de la marquesa misma, y a esta opinión hay que atenerse.

En su glorioso despertar ya no fue metálico, pesado e individual; no vivió más en su escondrijo de terror, y reunió a las muchedumbres para la obra común por medio de esos documentos que llaman acciones y obligaciones. El papel, que es el ala del pensamiento moderno, fue el signo de su poder.