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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Hubo un instante en que no pudimos contrarrestar el impulso de una ola, y entramos en el canalizo rasando las rocas, envueltos en nubes de espuma, expuestos a hacernos pedazos. Alrededor, cerca de nosotros, todo el mar estaba blanco; en cambio, por contraste, más lejos parecía completamente negro.
Soldados formando parejas llevaban objetos envueltos en sábanas que el dueño del castillo reconocía como suyas. Estos bultos eran cadáveres. El parque se convertía en cementerio. Ya no bastaba la plazoleta para contener los muertos y los residuos de las curas: nuevas fosas se iban abriendo en las inmediaciones. Los alemanes armados de palas habían buscado auxiliares para su fúnebre trabajo.
Por el contrario, Santa Cruz y Villalonga se ponían siempre en la grada más alta, envueltos en sus capas y más parecidos a conspiradores que a estudiantes. Allí pasaban el rato charlando por lo bajo, leyendo novelas, dibujando caricaturas o soplándose recíprocamente la lección cuando el catedrático les preguntaba.
En efecto, la alcanzó; pero al tocarla con la mano ya no pudo sostenerse él mismo y ambos rodaron envueltos entre las rugientes espumas del agua. Felizmente Nolo no perdió el conocimiento. Cuando llegaron á otro remanso pudo á costa de grandes esfuerzos acercarse á la orilla y asirse de la rama de un árbol, teniendo sujeta á Demetria con la otra mano.
La madre es, desde luego, la persona a quien María Elvira tutea y besa más íntimamente. Su hermana la ha visto desvestirse. Luis María, por su parte, se permite pasarle la mano por la barbilla cuando entra y ella está sentada de espaldas. Tres personas bien felices, como se ve, e incapaces de apreciar la dicha en que se ven envueltos.
Vio tribunales con hombres vestidos de negro, los ojos entornados y el gesto imponente, oyendo las miserias y locuras de sus semejantes, y tras ellos otros tantos esqueletos enormes, con una grandeza de siglos, envueltos en togas, eran los que movían las manos de los jueces cuando éstos escribían y los que soplando sobre sus cabezas les dictaban sus sentencias. ¡Los muertos juzgan!
Y la divina corona Que la Patria dá al guerrero, Sobre sus frentes marchitas Se vió caer desde el cielo. Blanco á la carga conduce A sus valientes de nuevo, Pero al querer batallar Todos se miran envueltos, Y cual las hojas de otoño Por la campaña dispersos. En vano el buen coronel Levanta su voz de trueno, Abandonado y sin gente Solo le ampara su acero.
Si alguna otra mirada que la de Dios hubiera podido llegar a aquel desierto, cruzando la tempestad que lo azotaba, habría descubierto una cuadrilla de hombres que caminaba en dirección paralela al mar, arrostrando los furores del temporal, envueltos en sus capas, en actitud recogida y silenciosa, los cuerpos inclinados hacia adelante y las cabezas bajas.
Y la gloria anegada en luz, y las cabecitas de los serafines, envueltos en clarísimos resplandores, ¿qué tienen que envidiar a los cielos y los ángeles del gran Murillo?
Emprendían la marcha de noche, con la capa al hombro si era verano y envueltos en ella en el invierno, el estómago vacío y hablando continuamente de toros.
Palabra del Dia
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