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Actualizado: 20 de junio de 2025
Ella no quería escucharme; se desesperaba al comprender cuánto podía comprometerla mi entrada en la casa; me pedía llorando que la dejara entregada á su tristeza, á su soledad.
Lo repitió mentalmente varias veces: nada le importaba. No eran amantes ni existía entre ellos un afecto profundo. ¡Pero el hijo!... Se acordó de la escena de la mañana, con sus gemidos y sus lágrimas. Y la madre estaba allí, entregada por completo á la voluptuosidad del azar, insensible á todo lo que no fuese su torpe afición.
Y el mismo día de la vuelta á Bilbao, él, al escritorio, á ganar dinero, ó al club, para vivir entre hombres solos, dejando á la mujer entregada para siempre á las amigas. Y la mujer se refugiaba entre las de su sexo, sin más diversiones que el visiteo y el exhibir trajes y alhajas para envidia de las compañeras, pues hasta la faltaban ocasiones de lucir su riqueza.
No quería confesar que se tenía por derrotado: creía firmemente que Ana estaba entregada al Magistral. No quería aquella conversación; se sentía ahora humillado con la protección de Paco, solicitada meses antes por él.
Muley, por el agradecimiento que le debe, y cuyo amor á la princesa Fénix está enlazado con el argumento del drama, hace cuanto puede para libertarlo, pero no lo consigue. Al fin llega la noticia que el rey Eduardo de Portugal ha dispuesto en su lecho de muerte que Ceuta sea entregada al punto, para rescatar al Infante del cautiverio.
El Gobierno no hizo el menor caso de aquellas dos ruinas: el castillo y su comandante. Don Modesto era sufrido; conque acabó por someterse a su suerte sin acritud y sin despecho. Cuando vino a Villamar, se alojó en casa de la viuda del sacristán, la cual vivía entregada a la devoción, en compañía de su hija, todavía joven.
Una palabra, sea, dijo la señorita Guichard, pensando que, después de todo, un ruego de Herminia activaría la sumisión de Mauricio. El pobre muchacho está tan mal aconsejado que sería capaz de no venir. ¿Lo cree usted? Lo creo todo mientras Roussel esté cerca de él. ¡Ese hombre es su genio malo! Saltó, dejando á su sobrina entregada á sus reflexiones. El plan que había formado era muy sencillo.
En nuestro siglo que marcha tan aprisa, y en esta época en que las construcciones para ser buenas han de exigir poco tiempo, se ha levantado en Santa Clotilde un templo gótico puro, sin mezcla de gustos ni estilos. Es una iglesia bellísima y digna de ser vista: acaba de ser terminada y entregada al culto público.
«¿Qué era aquello, Señor, qué era aquello?». ¿Por qué en día semejante, cuando su espíritu acababa de entrar en vida nueva, vida de víctima, pero no de sacrificio estéril, sin testigos, si no acompañado por la voz animadora de un alma hermana; por qué en ocasión tan importuna se presentaba aquel afán de sus entrañas, que ella creía cosa de los nervios, a mortificarla, a gritar ¡guerra! dentro de la cabeza, y a volver lo de arriba abajo? ¿No había estado en la fuente de Mari Pepa entregada a la esperanza de la virtud? ¿No se abrían nuevos horizontes a su alma? ¿No iba a vivir para algo en adelante? ¡Oh! ¡quién le hubiera puesto al señor Magistral allí! Su mano tropezó con la de un hombre. Sintió un calor dulce y un contacto pegajoso. No era el Magistral. Era don Álvaro, que venía a su lado hablando de cualquier cosa. Ella apenas le oía, ni quería atribuir a su presencia aquel cambio de temperatura moral, que lamentaba para sus adentros, en tanto que veía a las jóvenes y a las jamonas vetustenses coquetear en la acera, y en las tiendas deslumbrantes de gas. Don Álvaro opinaba lo contrario, que bastaba su presencia y su contacto para adelantar los acontecimientos. Para tener idea de lo que Mesía pensaba del prestigio de su físico, hay que figurarse una máquina eléctrica con conciencia de que puede echar chispas.
A veces pasaban días enteros sin que se percibiese un ruido revelador de la vida en aquella casa habitada por tanta gente que existía entregada a la actividad del trabajo doméstico y agrícola. La alcaldía no estaba en Trembles, aunque por tres o cuatro generaciones los de Bray hubieron desempeñado aquel cargo como por derecho propio.
Palabra del Dia
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