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La victoria quedó por Lorío. Las falanges de Entralgo se disiparon como las brumas á los rayos del sol. Unos se escondieron entre los maizales de la vega, otros entre los castañares, los más se guardaron en sus casas. Los vencedores pasearon las calles del lugar celebrando con gritos de júbilo su triunfo, llamando en cada puerta y dirigiendo á los vencidos sangrientos insultos.

¿El gusto de verte no vale la pena de subir tan alto? respondió Celso. No en verdad, sobre todo con tanto calor replicó Nolo. Pero de todos modos, bien venidos seáis, os digo, porque aunque un poco enfadado con los de Entralgo, á vosotros os estimo como á mis vecinos. Gracias, Nolo; sobre eso mismo te venimos á hablar manifestó Celso.

Por fin llegan á la Pola, siguen á Entralgo y para vadear el río se ve necesitado Nolo á mojarse hasta la cintura porque teme que el caballo resbale con los dos y con ellos en el agua. Así, montada sólo Demetria y llevando él á Lucero por el diestro, se salvan de un percance. Cuando tocan en las casas de Entralgo comienza á llover con violencia.

Los había acompañado á Entralgo y los había presentado á D. Félix su sobrino Antero, promovedor incansable de los intereses de aquella región y apóstol elocuente del progreso. Recibiólos el Sr. Ramírez del Valle con afable hospitalidad y les invitó á su mesa, pero no sintió alegría de verlos. Ya sabemos que su corazón no estaba abierto á la influencia de las maravillas industriales.

La misma sorpresa y casi tanta indignación que en casa del tío Goro produjo en todo Canzana la conducta de Nolo, por más que muchos sabían á qué atribuirla. En Entralgo lo mismo. Flora se hallaba tan enfurecida que no hablaba de otra cosa y calentaba las orejas al pobre Jacinto de un modo que éste casi maldecía ya de su parentesco con el ingrato mozo de la Braña.

Cuando llegó el día señalado, una hora antes de amanecer montó en su jaco tordo, que él había criado con mimo y al cual había puesto por nombre Lucero, y bajó por el camino de Villoria hasta el llano. Cuando pasó por Entralgo aún no había amanecido.

La cara del párroco de Entralgo, sin saber por qué, ejercía un efecto sedante bien definido sobre sus nervios. Venía éste caballero en un rucio matalón enjaezado con albarda. ¿Hacia dónde caminamos, D. Prisco? preguntó ya alegremente el capitán teniendo del ramal al burro. Villoria manifestó aquél con su acostumbrado laconismo. ¿Va usted á dormir allá? . El cura está enfermo. Mañana San Roque.

Fuera del tío Goro, que por su cualidad de hombre letrado se creía en el caso de opinar siempre como el párroco y el capitán de Entralgo, apenas quedaba un individuo del sexo masculino que no se hallase excitado por la idea de enriquecerse.

Detrás de ellos vienen los grandes. Todos se colocan en fila á entrambos lados de la puerta, dejando una calle regularmente espaciosa. Por ella marchan las zagalas de Entralgo y Canzana cantando y agitando los panderos y en esta forma penetran en el templo. Se arrodillan al entrar, se levantan después y á los cuatro pasos se arrodillan otra vez y otra vez se levantan.

Sin embargo, los de Entralgo eran menos numerosos, y ante la avalancha formidable de sus enemigos no tardaron en ceder terreno. Entonces Nolo de la Braña se salió un instante del sitio de la lucha y lanzó un silbido penetrante.