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Actualizado: 23 de junio de 2025
¡Vámonos! ¡vámonos! exclamó Felicia cogiendo á su hija por el brazo. El tío Goro ya estaba allí también. Adiós, Nolo, hasta mañana. No: yo voy acompañándoles un rato hasta Canzana. Y seguido de sus compañeros se alejó del campo y fué dándoles escolta por la empinada cuesta que conducía al lugar. Demetria se alegró vivamente, se felicitó de que su amante estuviese picado con los de Entralgo.
Bajo tus acometidas invencibles cayeron muchos y bravos guerreros de Lorío y cayó también el más ilustre de los hijos del Condado, el famoso Lázaro, que después de Toribión y Firmo era tenido por el más esforzado de los enemigos de Entralgo. No le valió su garrote nudoso de acebuche ni le valieron sus saltos prodigiosos.
Sí, era el día de la Virgen, el día más esperado del año, el que salía á relucir en todas las conversaciones de los zagales en Entralgo. Para el tío Goro, que frisaba en los cincuenta, no tenía el mismo atractivo. Sin embargo, á pesar de su gravedad y de su ilustración, guardaba aún cierto misterioso encanto que con todo cuidado procuraba disimular.
Con estas palabras reanimó el valor de sus amigos. Al cabo lograron rechazar á los de Entralgo hacia el camino de Villoria. Así como un león confiado en sus garras se precipita sobre un rebaño de bueyes y desgarra á uno y á otro y á todos los aterra, del mismo modo Toribión, lleno del sentimiento de su fuerza, se abandona á todo su furor con el palo en la mano.
Experimentó fuerte sacudida y se volvió con su peculiar viveza. D. Prisco, el párroco de Entralgo, estaba frente á él. Ambos abrieron los brazos á un tiempo y quedaron estrechamente enlazados. Largo rato estuvieron de este modo. El viejo militar sollozaba: el sacerdote le encomendaba silenciosamente á Dios.
Llegó un instante sin embargo en que éstos, exasperados, resolvieron combatirles con los mismos medios. Algunos zagales de Villoria, de Tolivia y Entralgo se proveyeron de navajas, otros de pistolas compradas en Langreo. Se aguardaba con impaciencia la romería del Carmen para tomar la revancha de tantos y tan injustificados agravios.
Cada cual se iba después para su casa y tranquilos y felices dejaban caer sus miembros fatigados sobre dos blandos colchones, tan blandos y esponjados como pudieran tenerlos el juez de la Pola ó el capitán de Entralgo. Los enviados rodearon la huerta y desembocaron en una espaciosa corralada abierta delante de las tres casas.
Ni para dar ni para recibir garrotazos hemos tenido duelo de nuestros huesos... Pero sí has faltado á la verdad al decir que estamos apartados por una miseria. ¿Cómo? ¿Es una miseria el dejar á uno solo cuando más necesita de la ayuda de los amigos? Al comenzar la jarana con los de Aller había sobre la campera más de veinte mozos de Entralgo y Canzana.
Todos los vecinos de Entralgo estaban inquietos, sacudían la cabeza con tristeza vaticinando una catástrofe. Porque todos conocían el carácter violento, arrebatado del capitán. No dudaban que, exasperado como estaba, pudiera cometer una acción que ocasionase su ruina. La Providencia no quiso que un tan bravo caballero fuese á morir en una cárcel.
Entonces, temiendo ser envueltos, porque la oscuridad de la noche les hacía imaginar que sus enemigos eran más numerosos, los de Rivota retrocedieron por el camino de Entralgo para unirse á sus compañeros. Los de Villoria los persiguieron algún tiempo. Al cabo Nolo, cuya alma estaba llena de valor y de prudencia, se detiene. Basta ya, compañeros.
Palabra del Dia
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