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Actualizado: 15 de julio de 2025


No desaprovechó, pues, ocasión alguna favorable de esgrimir su sátira contra los cultos, parodiando en sus comedias sus ininteligibles galimatías por medio de necios petimetres. Hasta en sus composiciones más ligeras se encuentran muchos versos burlescos contra la nueva secta, como, por ejemplo, el soneto, en estilo culto, que concluye así: «¿Entiendes, Fabio, lo que voy diciendo?

Cuando ya no hubo nada que decidir entre todos levantose el doctor y con un ademán indicó a Amaury que le siguiese: Desde hoy, niña mimada, atrévete a estar enferma, y verás cómo te las entiendes conmigo dijo a su hija al disponerse a salir. Gracias a usted, hoy entro en convalecencia, y ya considero que he recobrado la salud de un modo definitivo. ¡Qué bueno es usted, papá!

Nada puedo, ¿lo entiendes...? Nada, absolutamente nada; y más tratándose de tu madre. El viejo dijo esto con un acento que no daba lugar a dudas. No había que esperar que retrocediese en su negativa. ¿Es que aún no conoces a tu madre? ¿No te he dicho muchas veces quién es...? ¿Que debe...? Pues que pague; y si no tiene con qué hacerlo, que sufra las consecuencias.

¡Como son! le interrumpió Melchor con vehemencia, agregando: yo he pasado diez años creyendo en todo lo bueno, lo amable, lo digno; yo he pagado ya el tributo de mi inocencia; pero he aprendido a defenderme y a calcular hasta la más solapada intención del que tengo delante y hoy me siento capaz de juzgar a las cosas y a los hombres y a las mujeres sin engañarme, ¿entiendes?...

¡Al fin voy á saber! exclamó Jacobo en una especie de delirio. ¡Te tengo aquí, maldita, y hablarás ¿entiendes? aunque tuviera que arrancarte tu secreto del corazón con las uñas! ¡Oh! no tendré piedad, como no la tuviste. No cuentes con ninguna gracia. ¡Vas á decirlo todo ó, por mi honor, que te mato, y esta vez no resucitarás!... Se irguió espantoso y su cara expresó una implacable resolución.

Prometió todo lo que el otro quiso, bebió un número prodigioso de cañas y declaró terminantemente que su hermana sería una sinvergüenza si algún día olvidase lo que le debía. Velázquez, por su parte, se había puesto también de excelente humor. Atiende, Miguelillo, no quiero que andes ya más á salto de mata. Te vas á mi casa, ¿entiendes?

Si no es eso, María, ¿sabes? dijo Villamelón con la boca llena . Digo que anda mal, porque anda en malos pasos. ¿Me entiendes? Callaron todos, metiendo las narices en el plato, y los rabillos de cada ojo fueron a fijarse en Currita, que desganada, sin duda, mondaba con suma pulcritud y esmero un hermoso albaricoque.

Pero no entiendes de esto, bestia de mi alma. ¿Verdad que no me comprendes? El torero sonrió, mostrando sus dientes sanos y fuertes, de luminosa blancura. Ella, como atraída por su ruda ignorancia, aumentó el contacto de los cuerpos, dejando caer la cabeza sobre uno de sus hombros y estremeciéndose con el cosquilleo de la respiración de Gallardo en los músculos de su cuello.

Y querer mora á cristiano? Eso mejor lo entiendes. Ay Silvia, como me ofendes Y me lastimas temprano! Yo, mi señora, en qué suerte? Escucha, y te lo diré, Que escuchandome, bien Que vendrás á enternecerte.

Necesito un nieto, ¿lo entiendes? Y para consolarse de esta falta de niños en su hogar, se iba al rancho del capataz Celedonio, donde una banda de pequeños mestizos se agrupaban, temerosos y esperanzados, en torno del patrón viejo. De pronto murió la china.

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