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Finalmente, luego que se hubieron enterado de todo lo que quisieron, despidiéronse de él muy cortésmente, dándole muchas veces las gracias por su amabilidad y procurando animarle con buenas razones. Al día siguiente aparecía en El Porvenir de Lancia, firmado por el abogado criminalista, un artículo con el título de Una visita al P. Gil.

Oye, Feli, no nos pongamos tontos. ¿A qué ir con disimulos y coqueterías, como si nos viésemos ahora por primera vez?... Yo te quiero; me quieres; los dos nos queremos. ¡Me parece que más sencillo!... No hay otra diferencia entre nosotros, que , como mujer, eres más lista en asuntos de amor y te has enterado antes de la verdad.

No hay más cartas de D. Luis de Vargas que las que hemos transcrito. Nos quedaríamos, pues, sin averiguar el término que tuvieron estos amores, y esta sencilla y apasionada historia no acabaría, si un sujeto, perfectamente enterado de todo, no hubiese compuesto la relación que sigue.

Una vez enterado de que el sargento se había decidido a atravesar el Atlántico, Barragán procedió con toda solemnidad a hacerle una multitud de preguntas referentes a su esposa: «¿Estaba buena? ¿Podía vivir con lo que le había dejado? ¿Cómo iban sus negocios? ¿Explotaba la finca por su cuenta o la había arrendado? ¿Le guardaba rencor por haber roto el yugo matrimonial

En casa se dió por enterado con don Rosendo de la fuga de Ventura. Contra lo que todos presumían, no le causó una impresión muy honda. Al contrario; desde aquel día señalóse en él una tendencia a animarse, y a participar del comercio social, que no dejó de sorprender en la población.

El pobre Villa, en vez de darse por enterado, había replicado que le dijese cuáles eran esos obstáculos, para salvarlos si era posible, tornando a hacer protestas vivas de su amor y constancia. Pero ¿por dónde se supo eso? pregunté bastante desabrido. Pues por la misma Isabel, que se lo ha contado en confianza a Ramoncita.

El bombardeo de París acabó de desorientarle en sus apreciaciones de estratega. «¡Mentira!», dijo trente al tablón de los telegramas, al leer que los primeros proyectiles habían caído sobre París. No era posible: lo afirmaba él, que estaba bien enterado del alcance de la artillería moderna.

Los ojos aterciopelados de la tabernera brillaron con cólera y, dando á sus palabras acento despreciativo, profirió: Te he dicho ya dos veces que no me da la gana. ¿No te has enterado aún? Si lo quieres por escrito, trae pluma y papel y te entregaré en seguida el documento. Velázquez se puso rojo de vergüenza. Quiso responder, pero la palabra expiró en sus labios.

Aquellas gentes, acostumbradas por tradición al respeto de los placeres ruidosos de los ricos, disculpábanlos como si fuesen un deber de la juventud. El señor Fermín estaba enterado de la gran mudanza que se realizaba en don Luis, de sus alardes de hombre serio, y veía con gusto que viniese a la viña huyendo de las tentaciones de la ciudad.

Ya estás enterado repuso el primero que había tomado la palabra; ahora estás en el deber de justificar tu madrugón y de decirnos por qué te has eclipsado estos dos meses. ¡Bah!