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Actualizado: 3 de junio de 2025
Desde entonces, sus conversaciones, sus admiraciones simpáticas, y aun sus discusiones sobre literatura o historia, añadieron mayor interés a su tierna intimidad.
Eran los envergues de culebra; no tenían fajas de rizos las velas. La misma relinga del gratil, prolongada, servía de empuñidura, afirmándola en el resalte del penol. Está contestada en la 17. Usábanse palanquines y chafaldetes, que entonces se llamaban aferravelas y cargaderas. También se usaban briolines de pie de gallo.
Aquí paran, y reparten su presa, lo que rara vez hacen sin perder las amistades, terminando por lo comun en riñas, y efusion de sangre. Otras veces hacen una especie de guerra volante, con cuadrillas de 50 ó 100 hombres en cada una; pero entonces no atacan sino las quintas ó casas de campo, manejándose con mucha aceleracion, tanto en el ataque, como en su retirada.
1 Y vinieron los zifeos a Saúl en Gabaa, diciendo: ¿No está David escondido en el collado de Haquila delante del desierto? 2 Saúl entonces se levantó, y descendió al desierto de Zif, llevando consigo tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif. Y estaba David en el desierto, y entendió que Saúl le seguía en el desierto.
Prolongando esta línea se multiplicará el número de piés; y en general podemos concebir negado el límite á dicha multiplicacion. Entonces el número de piés resultará infinito.
Pablo se inclinó sobre ella, acercó sus labios al oído de la moribunda y gritó: ¡Nela, Nela, amiga querida! Entonces ella se agitó, abrió los ojos, movió las manos. Parecía que había vuelto desde muy lejos. Al ver que las miradas de Pablo se clavaban en ella con observadora curiosidad, hizo un movimiento de vergüenza y terror, y quiso ocultar su pobre rostro como se oculta un crimen.
El Padre desde entonces cuidaba de su cuerpo como cuida el esclavo de una prenda, de una máquina que su señor le confía, a fin de que sirviéndose de ella haga que la hacienda prospere.
Bien entonces, si es su amigo, le aconsejo que esté siempre alerta. ¿Está usted seguro de que no ha visto jamás a este otro hombre? ¿qué no conoce a este amigo de Seton? me interrogó muy encarecidamente. Tomé en mi mano el retrato y me acerqué adonde estaba la opaca lámpara de kerosene. Lo examiné muy atentamente y me fijé en todos sus detalles.
Y me figuro entonces lo que daré a todos los míos cuando haya subido al trono: a Marta, un espléndido aderezo; a papá, un cofre de hierro lleno de oro; a mamá, una gran caja de piñas azucaradas. El chasquido de lanzas desaparece a lo lejos, y con él mi sueño. Roberto llegó al día siguiente. En el momento en que el carruaje que lo conducía, rodó bajo el portón, Marta estaba al lado del fogón.
¿De modo que no te dio la absolución? No, señor. Me dijo que no me la daba aunque me borrase del periódico aquel mismo día. Todo el pueblo se enteró. Algunas personas dejaron de saludarme, y en la fábrica estuvieron a punto de quitarme el pan. Entonces yo me marché a la ciudad, dispuesto a conseguir una absolución, aunque me tuviese que gastar doscientos reales. ¡Qué demonio!
Palabra del Dia
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