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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Reconocía al pasar cada uno de los sitios por donde había paseado con sus agitaciones de joven ambicioso, edificando sus ensueños de fortuna y de ascenso en su carrera. En aquellos tiempos se sentía lleno de confianza en mismo, se lanzaba por los caminos del porvenir con la intrépida audacia de un aventurero que marcha a la conquista del becerro de oro.

Lo que acababa de ver era una prueba de que se hallaba sumido todavía en el mundo incoherente de los ensueños. Dejó transcurrir algún tiempo pura resucitar en su interior las facultades que son necesarias en la vida real.

Su mayor placer era que las damas les diesen la mano. ¡Bendita guerra que les permitía acercarse y tocar á estas mujeres blancas, perfumadas y sonrientes, tal como aparecen en los ensueños las hembras paradisíacas reservadas á los bienaventurados! «Madama... Madama», suspiraban, poblándose al mismo tiempo de llamaradas sus pupilas de tinta.

Sus transportes, sus suspiros, sus lágrimas, no son para ti. No es a ti a quien él desea en sus ensueños. ¡Infortunada! ¡no es a ti a quien ama! ¿y con qué derecho exigirá de ti el afecto que él no puede darte? ¿acaso no es nulo el compromiso que ha anulado todos los compromisos del corazón y que ha hecho traición a la naturaleza? Yo podría, pues... ¡jamás!

Su imagen de otros tiempos, tal cual se me presentaba confusamente, no era como para llenar de ensueños ardientes una romántica cabeza de quince años. Pero la actitud de Marta me había llamado la atención. Al día siguiente, desde muy temprano, la ir y venir a pasos precipitados, en el piso superior, por los cuartos de huéspedes.

Ir a las fiestas, buscar al otro día tu nombre en la lista de señoras y niñas que publican los diarios, y que te vean en un palco del Odeón cuando la compañía francesa representa comedias que no te interesan porque no las entiendes, y desesperarte cuando alguna amiga viene mejor puesta que : esa es tu vida, eso te conforma, a eso se reducen tus ensueños.

Doña Bernarda, viendo próximos a realizarse sus ensueños de ambición, no se daba un momento de reposo. Indignábase ante la indiferencia y frialdad de su hijo. El distrito era suyo, pero no había que dormirse. ¿Quién sabe lo que a última hora podían hacer los enemigos del orden, que eran bastantes en la ciudad?

El día más feliz, la hora más dichosa, los ha conocido mi corazón agotado y marchito; pero siento que ha desaparecido ya mi más alta esperanza de orgullo y de poderío. ¿He dicho de poderío? . Pero desde hace largo tiempo, ¡ay de ! se han desvanecido los bellos ensueños de la juventud; han pasado ya: dejémoslos que se desvanezcan! Y , orgullo, ¿qué haré de ti ahora?

»Esta es la pregunta que me hago día por día al ver cómo pierde fuerzas Magdalena y se desvanecen todas mis ilusiones. Le juro a usted, Antoñita, que al entrar por la mañana en su cuarto no le pregunto a su padre por mera fórmula: » ¿Cómo vamos? »Así, que al responderme: «Está peor», me asombro de que no me diga. «¿Estás peor?» »Ya no puedo recrearme en mis ensueños.

Más tarde, he pensado a veces, ¿estuvo en la realidad toda aquella poesía o brotó de mi alma, exuberante a la sazón de represada y viciosa lozanía, y de ocios y ensueños de mi por largo tiempo no empleada ternura? No lo supe ni lo . Me place seguir dudando.

Palabra del Dia

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