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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Por eso al día siguiente por la mañana entré en casa de Oliverio. Dormía o fingía dormir. ¿Qué tienes? le dije tomándole la mano como a un amigo cuyas reservas se quiere quebrantar. Nada me contestó volviendo a el rostro con señales del cansancio de una noche de insomnio o de penosos ensueños. ¿Estás aburrido? Siempre. ¿Y qué es lo que te aburre? Todo replicó con evidente sinceridad.

Sólo dormir, y después... cesar de sufrir, escapar a las tristes contingencias que son propias de la vida. ¡Dormir! Pero al dormir, ¡quién sabe! quizá se sueñe... ¡Quizá!... Ese es el misterio... ¿Qué ensueños vendrán a poblar el sueño de la tumba cuando en nuestra frente no resplandezca ya la animación de la vida? ¡La vida!

Sobre todo esto, sólo podían forjarse teorías y ensueños, lanzándose en especulaciones aventuradas, más allá de los términos y linderos hasta donde la razón nos sigue.

Mas ; mi pensamiento juzga por el presente y se deja llevar de la amargura... Recordaré el pasado, que en mi mente dejó tántos recuerdos de ventura. Niñez, amor, ensueños encantados, que murieron cual flores con el dia, vanos fantasmas de placer mentido, dejando sus recuerdos amargados por el dolor de haberlos ya perdido.

Tales eran en cifra los ensueños y las ideas con que a su vuelta de Roma trajo el Padre Ambrosio embargado el espíritu.

El colorido voluptuoso y suave de este cuadro; el vuelo reposado de la lírica que en él se nota; las floridas descripciones de esos tiernos ensueños amorosos; el brillo y la pompa de las fiestas, que se celebran en la corte del rey de Sciros, y, á lo lejos, el estrépito belicoso de los héroes griegos, forma un conjunto harmonioso, que transporta en una especie de éxtasis á quien la lee ó la oye.

Margarita le miró con ojos asombrados, como si despertase. Era verdad; ¿y el otro?... Enardecida por su sacrificio, que representaba una expiación, había olvidado al hombre que tenía delante. ¡! dijo tras de una larga pausa ; debes dejarme... La vida no es como la habíamos concebido. Sin la guerra, tal vez hubiésemos realizado nuestros ensueños, pero ¡ahora!... Fíjate bien.

Con una mezcla de envidia y de inconsciente interés, contemplaba Delaberge a ese joven robusto, bien tallado, de mirada profunda y franca, de maneras simples y correctas, y pensaba aun sin quererlo: «He aquí un muchacho del que me gustaría ser padre». Después, dejándose llevar por la pendiente de sus ensueños matrimoniales, añadía para : «Todavía puedo tener hijos, no he de perder la esperanza; no falta sino la mujer, y yo de una, no lejos de aquí, con la que me casaría de buena gana...»

Además, bebía para dar nuevo vigor á su organismo, que empezaba á quebrantarse con los monstruosos excesos de la voluptuosa reclusión. Al más leve signo de fastidio, Freya caía sobre él con sus labios dominadores. Si lo dejaba libre de sus brazos, era para ofrecerle la copa llena de licores fuertes. La embriaguez, al apoderarse de él, entornando sus ojos, evocaba siempre idénticos ensueños.

Habitaba en su corazón aquella María Teresa de sus ensueños, y nada podría separarlos jamás, ni la ausencia, ni el espesor de los muros, ni la distancia de los caminos... ¡Pero iba a ver a la otra, la verdadera, a quien tenía que felicitar porque pronto sería la señora de Huberto Martholl!...

Palabra del Dia

commiserit

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