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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Ella se vestirá siempre linda, porque yo la he enseñado a hacérselo todo y es maestra en coser. Convídala a tu casa, para que nadie tenga reparo en convidarla a la suya: que el que entra en tu casa puede entrar en todas partes. Sol es tan bonita como agradecida. Sí, sí, señora interrumpió Lucía que en sus mejillas propias estaba sintiendo la palidez de las de Sol . Yo la llevaré conmigo.
Deseamos el pasado glorioso, los brillantes siglos de los Reyes Católicos, de don Carlos y de los dos Felipes, y a ellos nos dirigimos cuando hablamos de que España vuelva a sus buenos tiempos. Pues esos siglos, don Antolín dijo Gabriel con calma , son los de la decadencia española; en ellos se inicia nuestra ruina. No me extraña su indignación: usted repite lo que le han enseñado.
El enemigo era más fuerte, pero a ella le quedaba aquel reducto inexpugnable. Nunca le habían enseñado la religión como un sentimiento que consuela; doña Camila entendía el Cristianismo como la Geografía o el arte de coser y planchar; era una asignatura de adorno o una necesidad doméstica. Nada le dijo contra el dogma, pero jamás la dulzura de Jesús procuró explicársela con un beso de madre.
Arruinaría a todos los empresarios de juego, eso sí; pero el fin justifica los medios, según nos han enseñado los nietos de Loyola.
Vd. me ha enseñado a analizar lo que el alma siente, a buscar su origen bueno o malo, a escudriñar los más hondos senos del corazón, a hacer, en suma, un escrupuloso examen de conciencia.
¡Basta de romances! exclamó de improviso Santorcaz, asustándonos a todos con su interrupción . Eso es cosa de chiquillos, y no de hombres formales. ¿No sabe usted más que eso? Sé muchos más dijo tímidamente el joven . Don Paco me ha enseñado muchos, y me los hace aprender de memoria para que los diga en las tertulias. ¿Y nada más le ha enseñado a usted ese Sr.
Sí, la religión verdadera se parecía en definitiva a sus ensueños de adolescente, a sus visiones del monte de Loreto más que a la sosa y estúpida disciplina que la habían enseñado como piedad seria y verdadera. ¡Y cuántas más lecciones le había prometido el Magistral para otro día! ¡Cuántas cosas nuevas iba a saber y a sentir! ¡Y qué dicha tener un alma hermana, hermana mayor, a quien poder hablar de tales asuntos, los más interesantes, los más altos sin duda!
Puede ser respondió ruborizándose. Sí, sí, estoy enterada de todo. Ayer me la han enseñado. ¡Es preciosa! Lo que es en este asunto le aconsejo que no cambie de gusto. ¿Y si cambiase? Iría usted perdiendo en el cambio probablemente. ¿Y si no perdiese? Haría usted mal de todos modos. La condesa vaciló un instante antes de responder así. Octavio, al observarlo, sonrió levemente.
Se muere, hijos decía la jardinera ; de ésta no escapa. Doña Visita me lo ha enseñado de lejos, llorando la pobre. No puede estar acostado. El pecho le baila como un fuelle roto. Los médicos dicen que no llega a la noche. ¡Qué desgracia...! ¡Y en un día como éste...! La agonía del príncipe eclesiástico era acogida con un silencio fúnebre.
SANCHO. Plega al cielo que me den El y su hermana mil cosas! ELVIRA. Basta darle cuenta desto. SANCHO. La vida y el alma he puesto En esas manos hermosas. Dame siquiera la una. ELVIRA. Tuya ha de ser: vesla aquí. SANCHO. ¿Qué puede hacer contra mí, Si la tengo, la fortuna? Tú verás mi sentimiento Después de tanto favor; Que me ha enseñado el amor A tener entendimiento.
Palabra del Dia
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