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Actualizado: 27 de junio de 2025
Tales máquinas de atrocidad fueron el expediente punitivo normal en un mundo en que los sacerdotes enseñaban la crueldad por el ejemplo. Ellos presidían o asistían cuando los herejes eran atormentados o quemados vivos; y toda su concepción de la moral estaba encaminada a tales métodos.
Las tales mozas, amigas de Celesto, eran excesivamente amables, enseñaban mucho los dientes al reír y bromeaban con harta desenvoltura. De uno en otro grupo iban rodando, parándose a saludar a éste y al otro paisano, casi todos ebrios ya, que les entretenían larguísimo rato con charla impertinente y grosera. Andrés se aburría soberanamente.
No me importa que se la beba otro. Mis faltas son debilidades, y además un efecto preciso de la mala, de la perversa educación que he recibido. ¿Por qué educaron en el lujo al hijo de un pobre empleado con treinta mil reales? ¿Por qué desde niño me enseñaban a competir con los hijos de los grandes de España? ¿Por qué no me dieron una carrera, por qué no me aplicaron a cualquier trabajo, en vez de meterme en una oficina, que es la escuela de la vagancia?
Y mientras que Juan, generoso, dando suelta al espíritu impaciente, sacaba ante los ojos de Lucía, para que se le fuese aquietando el carácter, y se preparaba a acompañarle por el viaje de la existencia, las interioridades luminosas de su alma peculiar y excelsa, y decía cosas que, por la nobleza que enseñaban o la felicidad que prometían, hacían asomar lágrimas de ternura y de piedad a los ojos de Ana-Adela y Pedro, en plena Francia, iban y venían, como del brazo, por bosques y bulevares. «La Judic ya no se viste con Worth.
21 Y cuando hubieron oído esto, entraron de mañana en el Templo, y enseñaban. Entre tanto, viniendo el príncipe de los sacerdotes, y los que estaban con él, convocaron el concilio, y a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos. 22 Pero cuando llegaron los alguaciles, y no los hallaron en la cárcel, volvieron, y dieron aviso,
Procuraba al mismo tiempo, por medio de la Reina, la soltura de su mujer é hijos, detenidos en Madrid; pero tenía emulación con M. Edmondes, agente especial del Conde de Essex, estorbándose uno al otro: el Rey empezaba á cansarse de las singularidades de Pérez, y los más de los hombres con que esperaba contar le enseñaban ya los dientes.
Pero los amigos del doctor le contestaban con risas. ¿Dejarse vencer el Chiquito?... Y como prueba de su confianza, enseñaban de nuevo los fajos de billetes. Más de cincuenta mil duros iban á apostar entre todos, si es que los de Azpeitia tenían redaños para hacerles cara.
Los hombres me imploraban con los ojos, como pobres cautivos; las mujeres me enseñaban sus pequeñuelos; los ancianos se ponían de rodillas. Yo era el vencedor que, al arruinar el Casino, talaba su patria, condenándolos á la miseria... Esta plaza estaba negra de gente. Al bajar de mi vehículo vi la escalinata del Casino ocupada por un cortejo grandioso.
Al fin entendió que estos grandes cuerpos, que con sus choques preparaban al parecer su ruina común, eran en la realidad fundaciones provechosas; que cada asociacion de magos era un freno para sus émulas; que si á veces estas diferian de opinion, todas enseñaban una moral misma; que instruían el pueblo, y sujetas á las leyes: semejantes á los preceptores que zelan los hijos de casa, miéntras que á ellos los zela el amo.
Manuel Don Lope declaró por sí haberle oído frecuentemente sorprenderse de que los protestantes, estando tan versados en la Santa Escritura, predicaran errores que la palabra de Dios destruía, lo que le hacía pensar que los enseñaban no creyéndolos.
Palabra del Dia
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