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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Á veces deteníase Ratón Pérez en alguna encrucijada, y exploraba el terreno antes de seguir adelante: todo lo cual puso al rey Buby un poco nervioso y de mal humor, porque llegó á sentir desde el hociquito hasta la punta del rabo ciertos ligeros escalofríos que le parecieron señales de miedo. Acordóse, sin embargo, de que El miedo es natural en el prudente, Y el saberlo vencer es ser valiente,
Magdalena no tenía ya miedo y además confiaba en mí de un modo absoluto; así, que no hizo la menor observación y me siguió sin temor por una senda que yo creía conocer, la cual me condujo a otra, y ésta a una encrucijada, para ir por fin a perdernos en un dédalo de caminos muy pintorescos, pero no menos desiertos.
La carroza se había detenido en una encrucijada, por donde decían los monteros que debía pasar el jabalí. Me rodeaba mi servidumbre, á caballo, y cuatro damas que me seguían estaban detrás en otra carroza. Hacía mucho calor, y yo sudaba. Pedí agua, y don Rodrigo partió y volvió al punto, trayéndomela en un vaso de oro.
Alborotábanse los peinados en el hueco de una puerta, en una encrucijada de corredores, al pasar de una banda a otra, dejando al descubierto los artificios y retoques de los añadidos, lo que las obligaba a preservar estos secretos capilares bajo un turbante de gasas.
Sobre la encrucijada de dos caminos aldeanos, un campo de yerba humilde salpicada de manzanilla, donde hay un retablo de ánimas entre cuatro cipreses. Es paraje en que hacen huelgo los caminantes, y rezan las viejas, anochecido. Don Rosendo, Don Mauro y Don Gonzalito, descansan al pie de los cipreses, con los caballos del diestro.
Una vez caía yo de un camino de encrucijada al de Buenos Aires, y el peón que me conducía echó, como de costumbre, la vista al suelo. «Aquí va dijo luego una mulita mora muy buena... ésta es la tropa de don N. Zapata..., es de muy buena silla..., va ensillada..., ha pasado ayer...» Este hombre venía de la Sierra de San Luis; la tropa volvía de Buenos Aires, y hacía un año que él había visto por última vez la mulita mora, cuyo rastro estaba confundido con el de toda una tropa en un sendero de dos pies de ancho.
Fuimos allá, lo que nos habia cautivado el ánimo era una coleccion de manguitos, camisolines, chambras y cofias. Pero uno de los anuncios en que más me he fijado, acaso por su exterioridad relumbrona, por su oratoria esencialmente francesa, es uno que hemos visto en la encrucijada que forman la calle Vivienne y las Hijas de Santo Tomás, en uno de los ángulos de la plaza de la Bolsa.
Despues de haber dejado atras dos boscages aislados, escentos de inundacion, se sigue bogando por la llanura en direccion al estesudeste, hasta llegar á un arroyo, llamado Chunanos, por el que se baja hasta la primera encrucijada, atravesando dos bosquecillos cerca de los cuales aparece sumergida en el agua otra choza de alto para la estacion de seca.
Una mañana, al llegar á una encrucijada del Bosque, Alicia echó su caballo por la avenida que le pareció preferible, sin consultar á su acompañante. No; por aquí dijo imperiosamente Miguel. No me da la gana; ¡por aquí! contestó ella con tono enfurruñado.
El clérigo sabía que estas cruces señalan el lugar donde un hombre pereció de muerte violenta; y, persignándose, rezó un padrenuestro, mientras el caballo, sin duda por olfatear el rastro de algún zorro, temblaba levemente empinando las orejas, y adoptaba un trotecillo medroso que en breve le condujo a una encrucijada.
Palabra del Dia
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