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Actualizado: 8 de septiembre de 2025
Y encima de los golpes, humillantes para su dignidad de bravo, la certeza del encierro en el Seminario; la negra sotana, semejante a las faldas de las mujeres, y el pelo cortado al rape, perdiendo para siempre aquellos bucles que asomaban arrogantes bajo las alas de su sombrero; la tonsura, que haría reír o infundiría un frío respeto a las atlotas, y ¡adiós bailes y noviazgos! ¡adiós cuchillo!...
¡Ah! perdonad, señora dijo el carcelero quitándose su caperuza, que hasta entonces había tenido encasquetada ; como vuestro esposo es joven y gentilhombre, á estos tales señores suelen buscarlos... ¿Pero hay algún inconveniente para que yo vea al momento á mi marido? Ninguno, señora. ¿Qué ha de haber? yo mismo voy á llevaros. Molinete, dame las llaves del encierro alto. Vamos, señora, vamos.
Acabaría matando tontamente como el pobre Barret, y muriendo como él, en perpetuo encierro. Era algo fatal: aquellas tierras habían sido maldecidas por los pobres, y no podían dar mas que frutos de maldición.
Cuando terminó la enumeración de los méritos de Momaren, de las glorias del gobierno femenil y de los grandes adelantos intelectuales de su raza, el gigante contestó á su vez con otro discurso, agradeciendo las atenciones de que había sido objeto desde su llegada involuntaria á esta República y las que esperaba recibir en adelante, pero aludiendo de paso con suavidad al disimulado encierro en que le tenían.
Presentían que el día siguiente sería de encierro, de holganza forzosa, y deseaban permanecer en vela hasta bien entrada la noche. El aspecto de la gañanía, el amontonamiento de la gente, evocó en la memoria de Salvatierra el recuerdo del presidio.
Tal vez tuviese pronto un lance de honor. Como no entiendo de eso, coronel, usted será mi padrino... Mis estudios han sido otros; pero cuando se insulta á una señora, cuando veo atropellada á una joven indefensa, me considero tan hombre como el más valiente. Don Marcos dió un salto... ¡Ah, no! Sus ojos se abrían á la verdad. Olvidó el oreo de su levita; podía seguir embalsamada en su encierro.
Atravesaban el primer corral sin darse cuenta de su encierro, como si corriesen aún en campo libre. Los cabestros, aleccionados por la experiencia y obedientes a los pastores, quedábanse a un lado apenas atravesaban la puerta, dejando pasar tranquilamente el torbellino de toros que corría detrás bufando sobre su cuarto trasero.
Incorporándose, columbró Fernando por entre las cabezas de la mesa inmediata la cabellera rubia cenicienta de Maud. Isidro preguntó a Munster por el doctor Rubau. Nadie le había visto. Continuaba metido en su camarote, para solemnizar con este encierro el doloroso aniversario.
El primer sentimiento que los lidiadores experimentaron al echarle la vista encima, fue de traición o engaño manifiesto. Todos ellos le habían visto varias veces, primero en el encierro y después en el corral; pero nunca les pareció ni la mitad de grande que entonces.
La introdujo en el bolsillo superior de su chaqueta, donde otras veces había guardado á Ra-Ra. Ya no necesitaba mantener su cuello rígido ni marchar con cierta precaución, temiendo que Popito cayese desde la inmensa altura de la selva capilar que cubría su cráneo. Ahora podría moverse y correr cuanto quisiera, sin otro inconveniente que el de sacudir un poco á la joven dentro de su encierro.
Palabra del Dia
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