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Actualizado: 8 de julio de 2025


Si les sorprendía la noche en su encierro, se dirigían á toda prisa á un café del interior de la ciudad, una cervecería, cuyo dueño hablaba en voz baja con Freya, empleando el idioma alemán. Siempre que la doctora estaba en Nápoles los sentaba á su mesa, con el aire de una buena madre que recibe á su hija y á su yerno.

Cuando los papeles «venían ardiendo» contra Gallardo, nadie se los leía, y el espada hablaba con desprecio de los que escriben sobre toreo y son incapaces de dar un mal capotazo en el redondel. Este encierro en el despacho sólo sirvió para aumentar sus inquietudes de aquella mañana.

Es un sacerdote que tuvo mucho seso. Está meditando ahora la carta que ha de dirigir al Papa en este día, siguiendo una costumbre que se repite infaliblemente en los trescientos sesenta y cinco de cada año, y ya lleva veinte de encierro.

¡Callar más tiempo me oprimía el pecho! y dejando el amor su encierro estrecho, entró en el alma de la amada mía. ¡Mas vió en el templo su candor inerte y en su ara triste, al soplo de la muerte, un resplandor que en sombras se extinguía! Enero, 1920. Consagrado al periodismo, es ahora redactor de "El Debate". Antes lo fué de "La Vanguardia".

Mientras que los guardianes iban en busca de la acusada para conducirla ante el magistrado, el director de la prisión refería a éste que la actitud de la joven había sido durante sus días de encierro, la de una persona que no solamente está tranquila, sino que desafía toda sospecha.

Quizá el buen hijo del cielo confundiera ilógicamente los rigores de la estación con los de sus perseguidores, los niños de las escuelas, que libres a esta hora del instructivo encierro, eran mucho más audaces y atrevidos. De manera que siguió su camino apresuradamente, y volviendo una esquina, detúvose por fin delante de una casa y penetró decididamente en ella.

Parecía justificar a su compañero; pero al través de su acento y de su mímica se leía bien claro que le condenaba. Todas las miradas se volvieron hacia el acusado. El P. Gil estaba como hacía tres meses, cuando ingresó en la cárcel de Peñascosa. Con el encierro su rostro había ganado aún en blancura.

Comprendíase claro que aquel encierro estaba destinado á personas á quienes, por su clase, era necesario tratar bien. Don Juan no sabía por qué estaba preso, pero se lo figuraba; no podía ser por otra cosa que por el asunto de don Rodrigo Calderón.

Aleccionado por los días de penuria, puso coto a los derroches de su mujer, cuyo carácter, por milagro sin duda de la Divina Providencia, para quien no hay imposibles, mejoró notablemente. Ovillitos enfermó de gravedad al descubrir que su tesoro se había convertido en pájaro y volado del encierro.

Después de año y medio de encierro, compareció ante el Consejo de guerra, confundido en un rebaño miserable de viejos, mujeres y hasta adolescentes, todos enflaquecidos y quebrantados por la prisión, con la piel blanca y mate, como de papel mascado, y ese estrabismo en los ojos que da el aislamiento. Gabriel deseaba que le matasen.

Palabra del Dia

chapuzones

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