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Actualizado: 20 de mayo de 2025
También conocía él este palacio, puramente de aparato y deshabitado, pues el príncipe reinante, en las cortas visitas á sus dominios, prefería vivir en su yate. Primeramente llamó su atención la guardia del edificio. Los soldados de Mónaco, viejos gendarmes franceses, habían partido á la guerra, y una milicia nacional se encargaba de sustituirlos.
Así lo hice a la noche siguiente en casa de las de Anguita. Isabel se mostró muy propicia a ayudarme, y agradecida por la confianza que le hacía. Ella se encargaba de decírselo todo a su padre y rogarle que pusiese su influencia a mi servicio. Estaba segura de obtener buen éxito. El conde tenía un gran corazón, no había en el mundo un hombre más propenso a sacrificarse por los demás.
Medio ciega ya y muy temblona de manos, la madre no podía hacer más que niños, o sea la envoltura del cigarro; la hija se encargaba de las puntas y del corte, y entre las dos mujeres despachaban bastante, siendo muy de notar la solicitud de la hija y el afecto que se manifestaban las dos, sin hablarse, en mil pormenores, en el modo de pasarse la goma, de enseñarse el mazo terminado y sujeto ya con su faja de papel, de partir la moza la comida con su navaja, y de acercarla a los labios de la vieja.
Así que cuando Andrés le propuso llevar un recado a su hermana, dijo resueltamente que no se encargaba de nada y trató de apartarse.
En la reunión le llamaban el poeta, y según murmuraban, una gran artista retirada y vieja se encargaba de su manutención y entretenimiento, hasta que sus versos le hiciesen célebre. Aquel fue mi primer amor decía riendo Leonora, al recordar el pasado.
Además, cuando ella le trataba con tanto cariño, seguramente le quería. Los escrúpulos eran lo único que les mantenía separados y él se encargaba de allanarlos violentamente en la primera ocasión propicia.
Un ayuda de cámara irlandés se encargaba de contestar, imitando su firma, los centenares de cartas femeniles que llegaban semanalmente de todos los extremos del planeta pidiendo á Gould un autógrafo sentimental. Mina vió su casa, elegante edificio de madera, verde y blanco, entre jardines siempre primaverales.
Don Acisclo tenía, aunque envuelta en el debido respeto, tan mala opinión del juicio de su pobre y arruinado amo, que, a pesar de toda la solemnidad de lo que le encargaba, no quiso darle importancia alguna, y lo que menos le pasó por la cabeza fue que aquella carta pudiese tener relación con algo que se pareciese a dinero.
Lo peor del caso es que aun después de hallarse la familia con el agua al pescuezo, todavía la tarasca aquella tan fashionable encargaba vestidos á París, invitaba a sus amigas para un five o'clock tea, ó imaginaba cualquier otra majadería por el estilo.
Tambien el cura quería un par de pendientes de señora y encargaba al Capitan se los comprase. Los quiero de mabuti. ¡Ya arreglaremos cuentas! No tenga usted cuidado, Padre Cura, decía el buen hombre que tambien quería estar en paz con la iglesia. Un informe malo del cura podía causarle mucho perjuicio y hacerle gastar el doble: aquellos pendientes eran regalos forzados.
Palabra del Dia
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