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Luego, caminando con paso lento por las alturas del Ródano en el Delfinado, afrontaba con menos trabajo la región de los fuertes vientos, Valence y Aviñon. Francia tiene la admirable ventaja de verse bañada por los dos mares. En cada uno de estos dos mares hay una escala graduada de estaciones, más ó menos blandas, más ó menos fortificantes.

El verdugo cortó luego las cabezas que fueron colocadas en escarpias en el Callao y en Lima. Los demás reos obtuvieron pena de presidio, y cuatro fueron absueltos, contándose entre éstos doña Manuela Sánchez, la querida de Ruda. El proceso demuestra que si bien fué cierto que ella percibió los provechos, ignoró siempre de dónde salían las misas.

Este discurso, y la palabra señor sobre todo, fueron pronunciados con un aire tan evidentemente burlón, que fue preciso la vista de una bolsa bien repleta y el respeto que inspiraban los anchos hombros y el bastón herrado de Kernok, para impedir que la digna pareja no estallase en una cólera demasiado largo tiempo contenida. Y no es añadió el corsario que yo crea en vuestras brujerías.

En los primeros días tuvo horas de melancolía intensísima, en las cuales su conciencia, confabulada con la memoria, le representaba de un modo vivo todas las maldades que cometiera en su vida, singularmente la de casarse y ser adúltera con pocas horas de diferencia.

La Virgen estaba ya de nuevo ocupando su camarín en el altar mayor, cuyo retablo, todo de madera tallada y dorada, subía hasta la cumbre del ábside, y era caprichoso y atrevido desate del estilo churrigueresco: complicado laberinto de retorcidos tallos, colosal hojarasca, frutas, armas, monstruos simbólicos y rosetones, por los cuales asomaban sus infantiles y aladas cabezas los ángeles y los serafines.

La primera observacion que me ocurrió, fué la de notar que careciendo el emperador del Brasil de un palacio, pues los dos que tiene con ese nombre no son mas que casas, es un gran pensamiento el de alojar á los locos en una soberbia morada.

Los amigos que le oían quejarse, comparando la exigüidad de la paga con la muchedumbre de bocas que constituían su familia, le consolaban cada cual a su manera; pero él decía invariablemente: «y sobre todo, me lo pueden creer, lo que más me contrista es no estar en mi ramo». Su ramo era la Hacienda.

Hasta la casa de Marchamalo había envejecido tristemente; se agrietaba su vetustez de ruda construcción, que contaba más de un siglo. El impetuoso don Pablo, en su fiebre de innovaciones, hablaba de echarla abajo y levantar algo grandioso y señorial, que fuese como el castillo de los Dupont, príncipes de la industria. ¡Qué tristeza!

El alma humana, una monada superior e indestructible, aunque limitada. La moral de Goethe es poco severa, mas no por relajación, sino por bondad propia, y por firme creencia en la bondad divina y en la flaqueza humana. El Dios de Goethe es blando, indulgente y benigno, y a veces hace casi un mérito del error en el hombre que yerra, porque yerra el que aspira.

Razonar las bellezas de Las Meninas, explicando en qué consisten y porque causan impresión tan honda, equivaldría a escribir un curso de óptica, aplicada a la pintura.