Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 4 de junio de 2025
El general Mansilla le amenaza una vez de darle un candelerazo, diciéndole: «Qué, ¿se ha creído que está usted en las provincias?» Su traje de gaucho provinciano llama la atención; el embozo del poncho, su barba entera, que ha prometido llevar hasta que se lave la mancha de la Tablada, fija por un momento la atención de la elegante y europea ciudad; mas luego nadie se ocupa de él.
Yo os conozco, ¡vive Dios! dijo el de la capilla poniéndose de pie y dejando caer el embozo. ¡Mi buen Juan! exclamó con alegría Quevedo. ¡Mi buen Quevedo! exclamó con no menos alegría Juan Montiño, que él era. -Diez años me dais de vida; ¡apretad! ¡apretad recio! ¡Que me place! ¡siempre el mismo! No tal; contempladme espectro. ¡Vos espectro! Quedé pobre. ¡Pobre vos!
Y Quevedo se embozó perfectamente en su ferreruelo, se sentó en un sillón, apoyó las manos en sus brazos, reclinó la cabeza en su respaldo y extendió las piernas, después de lo cual quedó inmóvil y en silencio. El lacayo que guiaba á Juan Montiño le llevó por un corredor á una gran habitación donde, sobre mesas cubiertas de manteles, se veían platos de vianda.
Se aproximaba a él tímida, vacilante, pero sin rubores que alterasen su palidez, como si lo extraordinario de las circunstancias hubiese vencido a su antiguo encogimiento. Arreglaba el embozo del lecho, desordenado por los movimientos del herido, daba a beber a éste y levantaba con manos maternales su cabeza, para ahuecar la almohada.
Todo se hundía, al pronto, en el mismo encantamiento. Hasta los vendedores errantes se postraban junto a su mercancía, donde les tomaba el golpe de badajo. En la plaza, más de uno se terciaba el embozo y se quedaba dormido.
Volvió rápidamente la cabeza... y ¡mire usted que estaba bien...! ¡Un señor venerable, con cara de santito, entretenerse en tales porquerías! Doña Manuela lanzó una mirada tan severa al vejete de rostro bondadoso, que el sátiro retrocedió, levantando el embozo de la capa con sus audaces manos.
Siguió aquel hombre á Quevedo un tanto fuera de la puerta, y cuando de nadie pudieron ser vistos ni oídos, dijo Quevedo: El hidalgo que se esconde entre sombrero y embozo, es mucha cosa mía. ¡Ah!¿es cosa vuestra... ese mancebo?... ¿pero cómo le ha conocido vuesa merced, si ni aun no se le ven los ojos?
Luego, Margalida, súbitamente tranquilizada por las palabras de su hermano, había callado, quedando inmóvil en el lecho; pero durante toda la noche oyó el Capellanet suspiros de angustia y un ligero murmullo, como si debajo del embozo una voz queda murmurase palabras y palabras con incansable monotonía. También la joven había estado rezando.
Y las portezuelas se cierran con estrépito, a intervalos... Es el expreso de Andalucía. Subo a un vagón. Un viejo de larga barba blanca arregla en las redecillas una maleta; un señor embozado en amplia capa parda mira con fúlgidos ojuelos sobre el embozo; en un ángulo frente al viejo, una joven, trajeada con hábito franciscano, permanece inmóvil... El tren parte.
Créalo usted; hay que anularse para triunfar; decir no soy nada para serlo todo. Feijoo, en vista de estas buenas disposiciones, se fue derecho al bulto. «A un espíritu tan bien fortalecido le dijo , se le puede hablar sin rodeos. ¿Doña Lupe no ha tratado con usted de cierto asunto...?». Maximiliano se puso del color de la grana de su embozo, y contestó afirmativamente con embarazo y turbación.
Palabra del Dia
Otros Mirando