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Actualizado: 4 de junio de 2025
Las sábanas habían quedado por un movimiento tirantes y presas bajo el peso del cuerpo, modelando a trozos la forma que cubrían; el embozo caído dejaba al descubierto algo más que el nacimiento del pecho. Nada turbaba la tranquilidad de aquel reposo reflejado en una respiración fácil e igual.
Con esto se tranquilizó el joven comprendiendo que las miradas no eran más que la inspección médica de todos los días. Comieron y se prepararon para salir. El criminal se embozó bien en la capa y apagó la luz de su cuarto para coger los restos de la víctima y sacarlos ocultamente. Como las monedas que en el bolsillo del pantalón llevaba no eran paja, se denunciaban sonando una contra otra.
De pronto, oyose en la escalera sedoso crujir de vestidos. Ramiro se irguió. Cubierta de un velo obscuro, una mujer acababa de aparecer sobre la torre; su mano, enguantada, abatió con gracia el embozo. La pálida tez de Beatriz resplandeció entonces con blancura de mármol, y sus lustrosos cabellos, ceñidos por un aro de oro, tomaron en la noche azulenco pavón de armadura sombría.
Entonces Ana se ponía en pie, recorría el comedor a grandes pasos, hundida la cabeza en el embozo del chal apretado al cuerpo, daba vuelta alrededor de la mesa oval, y acababa por acercarse a los vidrios del balcón y apretar contra ellos la frente.
Como á las ocho de la noche se levantó un tapiz y entró una mujer envuelta en un manto. Tras ella entró un hombre pequeño y ancho, embozado en una capa. La mujer se desprendió el manto y le arrojó al hombre, que había echado abajo su embozo. Eran Dorotea y el bufón.
Buena y contenta contestó doña Clara. ¿Y no está pálida? Nunca ha tenido más hermosos colores. Pues que paren la litera. Pero yo no os entiendo dijo don Juan. Entiéndome yo; vóime donde iba, y adiós. Y abrió la portezuela. Para dijo al lacayo. La litera paró, salió Quevedo, se embozó en su capa y echó á andar. Cerró don Juan la portezuela, y la litera siguió.
A uno y otro lado se habían hecho otros tablados más bajos, que esplayándose en las Capillas colaterales, salían a ocupar casi todo el espacio que corre entre las espaldas del Coro bajo, y las Capillas. El primero y segundo de la parte del Evangelio se celaban con celosías para embozo respetuoso de la autoridad del Ilustrísimo Sr.
La joven reconoció a Estupiñá, que había sido vecino suyo cuando ella vivía en la Cava, donde tuvieron principio sus interminables desgracias. Plácido se embozó en su capa tomando hacia la calle del Vicario Viejo. Siguiole Fortunata con la vista hasta verle desaparecer, y poco después volvió a su acecho. ¿Quién salía? Un caballero con botines blancos que parecía extranjero.
Voy a contarla dijo sordamente aquél desde el fondo de su embozo, y crean ustedes que no es plato de gusto contar estas niñerías... Pero se trata de una chica a quien todos queremos y cuanto a ella se refiere debe interesarnos. Hará cosa de tres años se presentó al director de este teatro un joven elegantemente vestido, con el manuscrito de un drama bajo el brazo.
Al verle en la cama se aproximaba a él con el vaso de leche humeante, se lo hacía beber con mimos maternales, le arreglaba el embozo del lecho y cerraba cuidadosamente ventanas y puertas para que no le molestase un rayo de luz. ¡Esas noches en la catedral! exclamaba la compañera con expresión de lamento . Te estás matando, Gabriel: eso no es para ti. El padre dice lo mismo.
Palabra del Dia
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