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Actualizado: 15 de julio de 2025
Después me atreví a apuntarle la idea de sujetarme al terruño con los lazos del matrimonio, y la conveniencia, a mi juicio, de elegir por compañera una mujer como la que le pintaba por ejemplo, copiando las condiciones de Lituca.
Allá en las profundidades de su corazón resolvió casarse con una de ellas, pero ilustre siempre por su prudencia, pesaba con escrupuloso cuidado las ventajas de una y otra antes de elegir. Las cualidades personales estaban á la vista: no había, pues, que preocuparse por ellas.
Había que elegir: ó venía á buenas y cumplía siquiera la mitad de sus promesas, caso en el cual la dicha de Roussel estaría muy comprometida, ó no cedía, y entonces era fácil hacer pasar su resistencia por egoísmo, por indiferencia, y procurar una disensión entre los esposos.
En cuanto al estado de educación y de buenas costumbres en que Juan volvía, comprendí también que se había tenido un gran acierto en elegir para ayo de un joven al señor Gil Ponce. »Este permaneció con nosotros durante las vacaciones, y se volvió con Juan cuando llegó el tiempo de abrirse de nuevo las aulas. »Todos los años Jerónimo recibía una maleta llena de ropa y doscientos ducados.
Unos montañeses me contaron que, en su valle, una aldea destruída dos veces por esos aludes de piedras, ha sido edificada por tercera vez en el mismo sitio. Los habitantes habrían querido huir de allí y elegir ancho valle para su morada; pero ningún pueblo vecino quiso acogerlos ni cederlos tierras; han tenido que permanecer bajo la amenaza de las rocas suspendidas.
El almuerzo había terminado y pasaron al hall inmediato, donde estaba servido el café. Miró el coronel en torno con inquietud, examinando las cajas de habanos, la enorme licorera con sus frascos de diversos colores puestos en fila. Mientras cortaba la punta de un cigarro, Lubimoff continuó, dirigiéndose siempre á Castro: Cuando desees... eso, te bastará con elegir en los alrededores del Casino.
No hago cuestión de nombre; Dios; el sol; el buey Apis; la cabra de Méndez; el budhismo; el mahometismo; el cristianismo; el animismo, etc., todo eso representa a un mismo sentimiento, porque responde a una misma impresión, y si nos es dado elegir, ¿cuál de todas las religiones del mundo nos ofrece una moral más sana, más fecunda, más generosa que nuestra moral cristiana en la fe de Dios?
No queremos acta, porque el acta que propusiéramos no la aceptaría ningún hombre de honor, y no tenemos intención de ofender al marqués del Lago. Luego, al tratar de las armas, hubo también su poquito de discusión. Se reconocía el derecho de Aldama a elegir, pero los padrinos del marqués, sobre todo González de la Riva, expresaron su deseo de quitar gravedad al duelo.
En realidad, hacía mucho hincapié en este asunto, porque era sabedor de que el periodista moderado pensaba elegir el sable, no porque lo manejase con gran destreza, sino porque, dada su estatura y corpulencia, debía llevar ventaja al adversario. Los padrinos de aquél defendían con igual tesón su derecho, por ser el ofendido. A las diez de la noche aún no habían podido arreglarse.
Lacante continuó: Mi casa no está hecha para criar palomas... Mis costumbres... mis amigos... las conversaciones... yo mismo... No me hago ilusiones; no tengo nada de lo que haría falta. ¿Qué va usted a decidir? No tengo dónde elegir, amigo mío; voy a meterla en un convento. ¡En un convento!... ¡
Palabra del Dia
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