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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Al fin vinieron algunas vecinas entre parientes y amigas, unas más pobres que otras, á cual más sencillas y aspaventeras. La más lista de todas era Hermana Balî, una gran panguinguera que había estado en Manila para hacer ejercicios en el beaterio de la Compañía. Julî vendería todas sus alhajas menos un relicario de brillantes y esmeraldas que le había regalado Basilio.

La respuesta no era dudosa. Con Dios se iban las almas después de los santos ejercicios. Sánchez Morueta hablaba de éstos. Los primeros días estaban dedicados á meditar sobre el pecado mortal, la muerte y el infierno. Después se meditaba con ayuda de aquel libro sobre la gloria eterna y la misericordia de Dios.

Nuestro pueblo estaba gobernado por los emperadores, que se creían el centro del mundo y de una materia divina distinta á la de los otros seres. La vida de la nación se concentraba en la persona del soberano. Los más altos personajes saltaban sobre la maroma y hacían otros ejercicios acrobáticos para divertir al monarca del Imperio, que entonces se llamaba Liliput.

Don Quijote, que vio el vuelo sin alas de Sancho, preguntó al general si eran ceremonias aquéllas que se usaban con los primeros que entraban en las galeras; porque si acaso lo fuese, él, que no tenía intención de profesar en ellas, no quería hacer semejantes ejercicios, y que votaba a Dios que, si alguno llegaba a asirle para voltearle, que le había de sacar el alma a puntillazos; y, diciendo esto, se levantó en pie y empuñó la espada.

Pasó los primeros años de su niñez en casa de un tío suyo, sacerdote de ejemplarísimas costumbres, y en quien aprendió una gran madurez de juicio y gravedad en las acciones, de suerte que en la niñez nada tenía pueril ni mostraba ternura, sino en la piedad, ni gusto sino en los ejercicios de devoción, y en todo mostraba una virginal modestia, tan delicada, que se ofendía de ver ó de oir acción ó palabra menos recatada.

Hablaba sencillamente, como si no hubiese ocurrido nada de extraordinario desde la última vez que se habían visto. Cristina y la niña le acompañaban en los ejercicios. Muchas familias de lo mejor de Bilbao estaban en Loyola con el mismo fin: las señoras en el hotel: los hombres en las celdas del monasterio. Ya llevaba allí seis días y le faltaban cuatro. ¿Y estás bien? ¿Te gusta esta vida?

Había ejercicios espirituales en la iglesia de San Juan, y una porción de beatos y de oficiales carlistas iban a la iglesia. ¡Qué país! dijo Haussonville la gente no hace más que ir a la iglesia. Todo es para el señor cura: las buenas comidas, las buenas chicas... Aquí no hay nada que hacer, todo para el señor cura.

El curioso Alemán llevaba todos los bolsillos repletos de naranjas y bizcochos, y en tres horas, hasta que el sueno le rindió, no suspendió sus ejercicios gastronómicos. Pero es el caso que al pedirle detalles sobre las comarcas que había visitado no daba razón de nada, explicando su Ignorancia con mil subterfugios.

En esto, muy sencillo; cuando se siente fatiga intelectual por exceso de estudio hay tres medios de combatirla; primero, dejar la lectura, procedimiento moroso cuando el mal es intenso; segundo, hacer ejercicios físicos, procedimiento violento para restablecer el equilibrio de los centros nerviosos; y tercero, cambiar de lectura... leer alguna cosa sencilla... trivial... una novela, por ejemplo.

Le he visto en el patio en cuanto he llegado; estaba tan emocionado como yo misma: ha venido corriendo, y tan pálido, que llegué a creer que iba a desvanecerse. ¡Ah! ¡Cómo nos hemos abrazado los dos! ¡Pobre hijo mío! Mañana ha de pronunciar un discurso, con motivo de los ejercicios con que los jesuitas tienen costumbre de manifestar en público los adelantos de sus mejores discípulos.

Palabra del Dia

hociquea

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