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Actualizado: 23 de septiembre de 2025
Vuestra merced crea, cuando esto le oí, que estuve en poco de caer de mi estado, no tanto de hambre como por conocer de todo en todo la fortuna serme adversa.
Ahora bien, la Dorotea sufre porque no conoce á sus padres; yo la quiero bien, y te recompensaría grandemente si encontrases esos padres perdidos. Pude en el momento decirle: Su padre soy yo; su madre era una muchacha tan hermosa como ella, á la que conocí en su casa, donde estuve aposentado algunos días, y á la que me llevé conmigo. No sé si su madre vive ó ha muerto...
¡Las cosas que han ocurrido desde la última vez que estuve aquí!... Se ensombreció el rostro de Robledo al recordar éste sus luchas durante dos años para conseguir que se reanudasen las obras en el río Negro. Había conocido las angustias que proporcionan las deudas crecientes y las reclamaciones de acreedores que no pueden satisfacerse.
Esto lo dijo con un airecito de seguridad impertinente, en el cual adivinaba yo este pensamiento: «¡qué he de ser rechazado!...» Y tú... ¿qué le dijiste? Estuve por darle allí mismo unas calabazas más redondas y más duras que su cabeza. Pero me contuve. Me daba cierta lástima apabullarle en su doble orgullo de rico y de aristócrata. En estos casos las disposiciones deben ser mutuas.
Diez horas estuve detenido en Alar del Rey, almacén de trigo y harinas destinados al tráfico por el Canal de Castilla y Estación de un ferrocarril que irá á Santander con el tiempo, pero que ahora sólo llega á Reinosa..... A las cuatro de la tarde salió al fin un tren para este punto..... El tren se componía de tres ó cuatro coches, ocupados por diez ó doce personas.....
En cuanto estuve convencida de la traición, le dije lo que venía al caso, esto es, que yo no podía consentir que nadie hiciese burla de una hija mía, y que Gonzalo no pondría más los pies en esta casa en toda su vida; que tan villano y tan infame era él como ella... Todo lo que se me vino a la boca.
Yo estuve algún tiempo sin tener noticias suyas; y como se dice vulgarmente que la esperanza era verde y se la comió un borrico, ya iba creyendo que la misma desgracia había acontecido a mi verde Erín, cuando me escribió contándome lo ocurrido.
No se enteraba de la persecución, y yo pasando la pena negra. ¡Ay hija, qué peligro tan grande! Siempre que salía, ¡pin!, me le encontraba. Yo no sé... parecía que me olía como los perros huelen la caza. Una tarde que llovía, me cogió y casi a la fuerza me metió en su coche. Estuve a dos dedos del abismo, casi a dedo y medio; pero no, no caí. ¡Dios mío, qué hombre!, es absurdo».
Pulido, en su vasta sabiduría, conoce estas yerbas antiguas y todas las palabras modernas de las Facultades de Berlín, París y Estocolmo. No creas que mi enfermedad ha sido cosa de juguete. Durante una semana estuve muy malita. ¡Y me entró una tristeza!
Todo el día estuve con cuidado, y el pequeño, como sentíame suspirar, habían de ver qué consuelos me daba. ¿Y sigue de la misma conformidad el señor? DO
Palabra del Dia
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