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-Agora bien, señor don Quijote -replicó la duquesa-, la hora de cenar se llega, y el duque debe de esperar: venga vuesa merced y cenemos, y acostaráse temprano, que el viaje que ayer hizo de Candaya no fue tan corto que no haya causado algún molimiento.

Dos años después, excluyendo otros enlaces con Ana María de Borbón, Duquesa de Montpensier, con la Princesa Leonor de Mántua y con una archiduquesa de Inspruck, aceptó para esposa a su sobrina doña Mariana de Austria, cuya boda estuvo antes concertada con el pobre Príncipe muerto en Zaragoza.

La duquesa es llevada á la cárcel y condenada á muerte, si en el plazo de tres meses no se presenta un caballero á defender su inocencia.

«¡Quién será el dragón que ha querido birlarlos la herencia!... ¡A ese tunante le sacaría yo las entrañas!... Cuidado que engañar así a mis niños, haciéndolos pasar por hijos de un Rufete... Quitad allá, pillos, que mi niña es duquesa y mi niño es vizconde... ¡Re-puñales!».

Y así, se la leyó toda, que, por quedar ya referida, no se pone aquí; y luego sacó otra de la duquesa, que decía desta manera: Amiga Teresa: Las buenas partes de la bondad y del ingenio de vuestro marido Sancho me movieron y obligaron a pedir a mi marido el duque le diese un gobierno de una ínsula, de muchas que tiene.

Poco después la duquesa tenía en su habitación el pequeño cofre de Esperanza, descerrajado. Quedóse sola, y fué sacando la pequeña hacienda de la joven. Consistía en escasa ropa blanca, algunos abanicos, y otras joyuelas. Pero en un rincón del cofre, la duquesa encontró un pequeño envoltorio; un envoltorio pesado.

Envía, mientras tanto, á su criado para averiguar de la Duquesa el nombre del calumniador de su honra; el mensajero, para penetrar en el aposento del receloso guardián del castillo, no halla otro medio que deslizarse por el cañón de la chimenea, por donde tiene que volver precipitadamente sin conseguir su objeto, y tan á ciegas como antes.

¡Ah! exclamó la duquesa dando un grito, y retirándose bruscamente de doña Clara. ¿Qué es eso, mi buena duquesa? dijo con gran interés el conde de Olivares. Nada, no es nada; es un accidente que padezco... caballero añadió dirigiéndose á Juan , ¿queréis darme vuestro brazo?... apenas puedo sostenerme... y sus majestades esperan.

A la vuelta del Duque, se vengó de ella el desdeñado haciendo creer á su esposo que la austera dama tenía relaciones criminales con un Paje. El Duque, celoso ya por carácter, da fácil crédito á esta acusación; ordena matar al Paje, y se refugia con la Duquesa en aquel castillo solitario.

La duquesa de Bara no le dejó acabar: juzgaba ella imposible hacer tragar a la Villasis la vicepresidencia de Currita, como no fuera cogiéndola de sorpresa, presentando de improviso la candidatura aprobada ya por unanimidad en la junta magna de señoras que había de celebrarse; y aun así y todo, desconfiaba mucho del éxito, porque era María Villasis una quijota impertinente y ridícula, capaz de desairar a Madrid entero si se le ponía entre ceja y ceja el hacerlo.