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Actualizado: 10 de junio de 2025
La duquesa fué a comunicar la triste nueva a Felicita.
¿Ha venido Esperanza? doña Agueda dijo mientras comía la duquesa á la dueña que la había dado la primera noticia de la desaparición de la joven. No; no, señora dijo la dueña ; ni parece á pesar de que se han enviado algunos lacayos á buscarla. Parece que se la ha tragado la tierra. Será necesario dar parte á la justicia.
No sabía absolutamente nada. El duque se dió á los diablos, y tomó el prudente partido de esperar. Mientras esperaba, la duquesa dió á luz un hijo varón. El duque de Gandía no pudo saber si su heredero, para el cual había escogido con tanto cuidado una hermosa madre, era feo ó hermoso.
Pero viéndola en trato familiar con la duquesa de Delille, la consideraba tan importante como la otra, acabando por confundir las cosas de ambas en un interés común.
Lo mesmo hizo el duque con su venablo; pero a todos se adelantara la duquesa, si el duque no se lo estorbara.
De la otra parte del legado nada dijo la duquesa hasta pasado algún tiempo. Era la señora, si muy campechana, no menos celosa de la jerarquía. Su afabilidad y benevolencia descendían siempre de lo alto, a modo de protección.
Pero, duquesa, ¿cómo tiene usted valor de presentarse sin diadema? exclamó S. M. en el colmo de la estupefacción. ¡Ah! ¡La diadema, es verdad! exclamaron a su vez todas las damas de la corte. Póngase usted la diadema inmediatamente prorrumpió con energía la augusta persona. Araceli se disculpó diciendo que estaba guardada en la caja de hierro de su papá, pero no le valieron excusas.
«Vaya con el monigote pensó la duquesa . Eso no se me había ocurrido a mí. ¿Que no te admitirán? Te admitirán, o yo no soy Beatriz Valdedulla.» Avisó que no desenganchasen el coche, y se hizo conducir al palacio episcopal. Al llegar la duquesa a la portalada, salía el Padre Alesón. «Esos mastuerzos se me han adelantado.»
Pero el repentino acaparamiento del teniente español, aquella simpatía vehemente que obligaba á Martínez á pasar el día entero con la duquesa, devolvieron á dona Clorinda su hostil frialdad.
La duquesa de Gandía se inclinó profundamente y salió. Apenas se retiró, la reina salió del dormitorio, y cerró la puerta de su recámara, volviendo otra vez junto al rey. Felipe III y Margarita de Austria estaban solos mirándose frente á frente.
Palabra del Dia
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