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Actualizado: 31 de mayo de 2025


En cambio las obras dramáticas de Sardou y de Dumas hijo, que tratan de pintar el mundo elegante de París, enamoran, pasman y hechizan á no pocas de nuestras damas. No advierten que aquellos discreteos y tiquis miquis suelen estar confeccionados con una más honda y radical cursería. Con relación á la nuestra es como el aguardiente con relación al vino.

El sueño de Wladimira era vivir en París; y mientras hacía hervir delicadamente las hojas del , me rogaba que la contase historias picantes de «cohetes», y me confesaba su culto por Dumas, hijo.

Polo y Eloísa hicieron una disertación sobre las obras del escritor; disertación de cuya lectura dispensamos al lector, que nos dará gracias por ello. ¡Pobre Dumas! dijo la condesa al coronel. ¡Pobre! exclamó el coronel . ¿Pobre llamáis al que es rico y personaje, al que todos festejan, obsequian y aplauden? ¿O será porque algunas veces le critican?

Muchas veces, para distraer al herido, Rosa le leyó novelas de Dumas y poesías de Bécquer. Martín nunca había oído versos y le hicieron un efecto admirable, pero lo que más le sorprendió fué la discreción de los comentarios de Rosita. No se le escapaba nada. Pronto Martín pudo levantarse y, cojeando, andar por la casa.

Sépalo el brillante Alejandro Dumas. Hubo tiempo en que los vasallos se confesaban para caminar; tiempo en que los bandoleros y asesinos empedraban el bosque de Bolonia, si el gran novelista me permite la palabra empedrar.

Las explicaciones que me den, dije yo para mi capote, no me valdrán un plato; perderé el tiempo, gastaré saliva, se me indigestará lo poco que he comido, y habré hecho méritos para que me tengan por cafre ó por moro, sobre todo si anda por aquí el Sr. Dumas. Nada; no hay más recurso que pagar; tener muy presente esta casa, y bajar la escalera.

Aquel fuerte ha servido de prision de estado á muchos hombres notables en la historia, y es allí donde Florentino y Dumas han puesto en escena al singular abate Faria en la admirable novela del Conde de Monte-Cristo. Como se ve, la escena que se contempla desde la altura de Nuestra Señora de la Guardia es una de las mas soberbias que puede ofrecer una costa marítima.

Don Víctor había salido a los pasillos a fumar y disputar con los pollastres vetustenses que despreciaban el romanticismo y citaban a Dumas y Sardou, repitiendo lo que habían oído en la corte.

Y sin moverse había dado sus órdenes. Y doña Rufina, volviéndose a las damas, había dicho sonriente: Ea; ahora fuera gente loca; a la cocina y dejadme en paz. Y se había enfrascado en la lectura de Los Mohicanos de Dumas. Visita hacía muy a menudo semejantes irrupciones en casa de cualquier amiga. Ella entendía así la amistad. ¡Pero si su cocina era infernal!

No qué me hizo más impresión, si la noticia en misma o la manera cómo la recibí. En 1870, al subir a bordo el práctico que debía introducirnos en el puerto de Southampton, nos dijo, al ser interrogado sobre las novedades: «Carlos Dickens ha muerto». A mi regreso, en 1871, supe también por un práctico, en un puerto de tránsito, la muerte de Alejandro Dumas.

Palabra del Dia

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