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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Porque según la observación que puede hacerse viajando por los pueblos de lo interior de España, allí se comen más dulces donde el culto y las prácticas de la religión absorben más parte de la vida, y la mayor energía del sentimiento religioso se traduce en novenas, rosarios cantados, cofradías y canónigos.

Al llegar al último tramo, ella estrechó también la mano de Morsamor; y de su fresca boca, que a él pareció cáliz de perlas y rubíes, colmado del aroma y del néctar que aspiran y beben los inmortales, salieron en voz baja y suave estas dulces palabras: Me has salvado la vida. Tómala si lo deseas. Eres su dueño.

Señores ¿ha acariciado alguno de ustedes alguna vez un tejón?... quiero decir un tejón joven, medio domesticado. ¿Han notado ustedes los ojitos, medio burlones, medio dulces, con que mira mientras resuella suavemente? Enteramente igual fue la cara que puso el viejo; luego, me dijo: El no querrá. Pero, ¿y si consintiera?

Todas las noches, a la sombra amena de un frondoso macizo floreciente, yo acudía con paso diligente y con el alma de ilusiones llena. Veía a poco su cuerpo de azucena avanzar indeciso, lentamente, mientras un ansia de pasión ardiente daba a mi pecho hervores de colmena. Juntos los dos en dulces embelesos, volviamos al cuento de los besos, sin pensar que es voluble la fortuna.

Entonces no había más guerra civil que los famosos bandos y parcialidades de chorizos y polacos. No se sospechaba siquiera que podía haber más derecho que el de tirar varias cáscaras de melón a un morcillero, y el de acompañar la silla de manos de la Rita Luna, de vuelta a su casa desde el teatro, lloviendo dulces sobre ella.

Corrió por una, dos, tres, diez calles, hasta que creyéndose bastante lejos, descansó, poniendo sobre sus rodillas el precioso objeto de su insensato amor. Vino la noche, y Pacorrito vió con placer las dulces sombras que envolvían el atrevido rapto, protegiendo sus honestos amores.

Movía su látigo lo mismo que una caña de pescar sobre la enhiesta pluma, excitando la marcha del caballo con un alarido profesional... Y como si su grito figurase entre las más dulces melodías, continuó diciendo, por una asociación de ideas: En la fiesta de Piedigrotta se daban á conocer, siendo yo mozo, las mejores canciones del año.

Yo respiro la brisa que acaso haya pasado por los campos y ríos de mi pueblo natal; ¡acaso me devuelva lo que antes le he confiado: los besos y suspiros de un ser idolatrado, las dulces confidencias de un amor virginal!

Al personaje del mandil se le apareció en lontananza la conquista de aquella señora como una recompensa final, digna de una vida entera consagrada a salpimentar la comida de tantos caballeros y damas, que gracias a él habían encontrado más fácil y provocativo el camino de los dulces y sustanciales amores.

Eran las posadas con sus inocentes placeres y con su devoción mundana y bulliciosa; era la cena de Navidad con sus manjares tradicionales y con sus sabrosas golosinas; era México, en fin, con su gente cantadora y entusiasmada, que hormiguea esa noche en las calles corriendo gallo; con su Plaza de Armas llena de puestos de dulces; con sus portales resplandecientes; con sus dulcerías francesas, que muestran en los aparadores iluminados con gas un mundo de juguetes y de confituras preciosas; eran los suntuosos palacios derramando por sus ventanas torrentes de luz y de armonía.

Palabra del Dia

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