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Estas palabras profirió el Sr. de las Matas de Arbín, dejando, como siempre, asombrados y confusos á sus oyentes, que casi nunca medían el alcance de su discurso, concertado y elegante. «Mi primo César es un pozo de ciencia», solía decir el capitán. Y en efecto, lo era; no hay que dudarlo.

¡Un rompimiento! dije con emoción. ¿Cómo ha podido tal palabra encontrar el camino de esos labios?... Demasiado sabe usted que la amo. Empiezo a dudarlo. Luciana volvió a echar a andar a mi lado, pero sus miradas siguieron irritadas y duras. No respondí, no lo duda usted. Conoce usted su poder y abusa de él... Sabe muy bien que no puedo luchar y que nunca la he amado más que hoy.

Las favoritas de Salomón lo habían sido y llevaban los nombres que llevaban porque lo merecían. La hija del Faraón, que fue, a no dudarlo, Meneftá II, se llamaba Uom-anhet, esto es, Destroza-corazones. Ella inspiró a Salomón el primer amor, profundo y suave. Salomón era muy muchacho cuando se casó con ella, y ella le trajo en dote a Gezer y doce mil caballos para la remonta de su caballería.

Y esta misma certidumbre de lo imposible de su amor, de tal manera sublimaba el alma y el cuerpo de doña Guiomar para Cervantes, que le parecía que si Dios para consolarle hiciera bajar un ángel del cielo, no había de parecerle tan hermoso en cuerpo y en alma como doña Guiomar; que hermosa era de cuerpo y de alma Margarita, ¿cómo dudarlo? pero con ser ya suya, y sin el encanto de lo imposible, puesta como un impedimento entre Cervantes y doña Guiomar, hacíase para Cervantes enojosa y casi aborrecible, y aborrecía la hora en que con aquel miserable entierro se encontró, y aun con más ahínco maldecía la compasión que a irse tras el entierro moviole, llevándole a punto en que conoció a Margarita.

EL CAMPESINO. ¿Con un cañón, compadre? EL MARINO. No, compadre, a mano; y entonces todo se hundió como por encanto, entre los rugidos de los demonios. UN CABALLERO. Pero, señor marino, ¿cómo se ha dejado prender el gitano en el convento si estaba dotado de ese poder infernal? EL MARINO. Precisamente porque estaba en un lugar sagrado. LA MULTITUD. ¡Claro! ¿Quién se atreve a dudarlo?

Fundándose, a no dudarlo, en tales razones, el gobierno de S. M. ha procurado mantener en la biblioteca nacional una conveniente y adecuada porquería, de cuya conservación están encargados algunos mozos no bastantemente retribuidos.

¡Es el Pollo! exclamó al fin D. Pantaleón con respiración anhelante. ¡Quién puede dudarlo! repuso Moreno echando hacia atrás otra mirada de terror. Y mientras no se acercaron a las primeras casas, no cambiaron otra palabra. El pequeño pueblo de V..., contra lo que ellos imaginaban, estaba animadísimo. Los vecinos, en traje de día de fiesta, discurrían por las calles.

El general y el gerente son hombres muy sinceros, no hay que dudarlo, pero ni la nación ni la sociedad depositarán ya en ellos jamás su confianza. ¿No teme usted, amigo Aldama, que el público haga con usted lo mismo?

Resolví, pues, dirigirlo contra el lado opuesto del castillo. Te he prometido diez mil pesos dije a Juan. Te daré veinticinco mil si mañana por la noche haces lo que yo te diga. Pero ante todo ¿saben esos criados quién es el prisionero? No, señor; creen que es un caballero enemigo del Duque. ¿Y no dudarán que yo soy el Rey? ¿Cómo han de dudarlo, señor?

Las últimas escapatorias más que a ella molestaban aún a Tristán. No podía ver al marquesito hablar con su novia sin sentirse acometido de un furor ciego, irracional. Irracional, , porque no existía motivo alguno para temer ni para sospechar que aquel niño pensase en sustituirle. Existía en el fondo, no hay que dudarlo, un acuerdo entre las naturalezas de ambos.