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Actualizado: 24 de junio de 2025


Así como estaba, en su blanca camisita de batista, Lita saltó del lecho sola y adelantó de la mano de su madrina... Atravesaron la habitación sin hacer ruido, en puntitas de pie, luego el dormitorio de la mamá, el cuarto de vestir, una sala... iban directamente a la puerta de calle... Lita misma abrió la puerta que comunicaba la sala con el vestíbulo.

Para entrar en la casa y en el sagrado tabernáculo de su alcoba, ya tienes las llavecitas que has forjado, gracias al molde de cera que te traje. ¡Oh, dichoso, mil veces dichoso niño! Ya sabes que la doña María duerme en aquella alcobaza de la derecha y las tres niñas en un cuarto interior. La sala y dos piezas más separan un dormitorio de otro: no hay peligro ninguno.

Hasta ahora sólo ha entrado el rey; pero sentáos, sentáos y escuchadme bien: exceptuando lo mal que os trata á Lerma y á vos, yo no sabría con qué pagar á quien me ha procurado los medios de llegar hasta aquí... de poder entenderme buenamente con vos: yo hubiera preferido que esa puerta hubiese dado inmediatamente al dormitorio de la reina.

El nieto, que era el único que podía subir a su dormitorio a todas horas, encontrábale de buena mañana con su levita azul, alto cuello de puntas y la negra corbata arrollada en varias vueltas, sujeta por una perla enorme. Hasta en días de enfermedad conservaba su aspecto correcto, de una elegancia antigua.

De noche, antes de recogerse, el marqués se le entraba en el dormitorio a fumar un cigarro y charlar. La conversación ofrecía pocos lances, pues siempre versaba sobre el mismo proyecto. Decía don Pedro que le admiraban dos cosas: haberse resuelto a salir de los Pazos, y hallarse tan decidido a tomar estado, idea que antes le parecía irrealizable.

Cuando los amantes, dando por terminado el arreglo del dormitorio, volvieron a lo que había de ser despacho, Maltrana buscó el martillo y los clavos. Quería adornar su habitación de trabajo colocando unas láminas regaladas por un amigo.

Además de grande, estaba muy mal ocupada por nosotras. Entre el dormitorio de mi madre y el mío, había dos salones, un pasadizo y mi cuarto de tocador. Mi madre se recogía antes que nadie, y quedaba al cuidado de una antigua sirvienta, vieja ya, muy fiel, pero muy dormilona.

Luis María se dirigió entonces a con la tercera sonrisa forzada de esa noche: ¿Quiere que vayamos? Con mucho gusto le dije. Y fuimos. Entró el médico sin hacer ruido, entró Luis María, y por fin entré yo, todos con cierto intervalo. Lo que primero me chocó, aunque debía haberlo esperado, fué la penumbra del dormitorio.

El marqués permaneció silencioso y comenzó a pasear de través por el espacioso dormitorio. ¿A quién me aconsejas que se las pida? dijo parándose de pronto. A Salabert respondió Castro sonriendo burlonamente al espejo.

Luego cesaron los gemidos de Marta. Había dejado caer la barba sobre el pecho y sus ojos estaban medio cerrados. Casi se habría podido creer que dormía; pero continuaba divagando y marmoteando. Un gran silencio reinó en el dormitorio débilmente alumbrado. No se oía más que un ligero silbido del viento contra la ventana y el ruido de los ratones que corrían entre los tirantes del techo.

Palabra del Dia

rigoleto

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