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Actualizado: 24 de junio de 2025


Pues debe de estar ahora más pobre que una rata, porque las noches se las pasa... ¿Dónde? En los palacios encantados de la señá Bernarda, calle de Mediodía Grande... la casa de dormir, ¿sabe? ¿Qué me cuentas? Ese Ponte duerme allí cuando tiene los tres reales que cuesta la cama, en el dormitorio de primera. estás trastornada, Benina. Le he visto, señora. La Bernarda es amiga mía.

Los dos se habían visto obligados á cambiar de ropa todas las noches, para no parecer «inarmónicos» como decía el español en medio de esta elegancia absurda creada por la presencia de Elena. Como el norteamericano estaba fatigado de su trabajo en los canales, tuvo que sofocar numerosos bostezos, y al fin se levantó para retirarse á su dormitorio.

En el mismo punto se fué al alcázar, evitando pasar por el sitio donde se suponía muerto al bufón; se había metido entre sábanas, y había pasado la noche con la cabeza tapada y con fiebre. Por la mañana se durmió y despertó á las diez. Al ver entrar el sol por las rendijas de la ventana de su dormitorio...

En aquel momento entraba Neluco. Yo no había visto al enfermo más que un instante después de saltar de la cama; nada había respondido a mis preguntas porque dormitaba, y a la escasa luz que entonces aclaraba un poco las tinieblas del dormitorio, nada tampoco me había chocado en su aspecto; pero al observarle nuevamente y a mejor luz, ya me pareció cosa muy distinta.

De repente una idea poco digna, pero disculpable en la situación en que me encontraba, me llevó a su dormitorio: «En el armario me había dicho, encierra el cofrecillo donde tiene el retrato que besa, y los papeles que lee llorando. Si es necesario forzaré el armario y conoceré a ese hombre, leeré esas cartas, sabré a qué atenerme

Entre la puerta de entrada, la de comunicación con el Dormitorio, la reja que da paso á la luz del salón-mirador y otra puertecilla de que hablaré luego, no quedaba más que un puesto resguardado del aire, ó sea un único rincón que ocupar cerca de la chimenea.

Bueno, voy a vestirme; ¿mandó ensillar? ¿En cuál va a ir?... ¿En el zaino?... No; hágame ensillar el Platero... con recado, ¡eh! repuso Melchor dirigiéndose a su dormitorio.

Luego se dirigió á aquel misterioso apartamiento, cubierto por una cortina, en el que tantas veces se había fijado la vista de la condesa, y se encontró en un precioso dormitorio.

Luego sacó de uno de los cajones un revólver, lo examinó con detenimiento, lo cargó con nuevas cápsulas, lo colocó sobre la mesa y echó de nuevo la llave al cajón. Abrió la puerta del salón, abrió la de la habitación contigua, que era el dormitorio matrimonial, encendió un cigarro y se puso a pasear a lo largo de la crujía con aparente calma.

Y después de estas mutuas explicaciones quedaron los dos en silencio, mirándose indecisos, no sabiendo qué decir, pero sin dejar de sonreirse. ¡ haciendo tu cama! dijo él para romper el penoso mutismo. Ya lo ves. Esto resulta algo diferente de mi dormitorio de París. Tampoco es mi «estudio» que conociste. ¡Los tiempos nuevos! Miguel movió la cabeza con grave asentimiento.

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