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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Desde la cumbre, á la cual se llega por un camino empedrado y peldaños abiertos en la roca, se divisan, extendidas á los pies del observador, las ricas llanuras que atraviesa el Hoang Ho, corriendo ora hacia uno, ora hacia otro golfo, apagando con su agua la sed de multitudes de hombres más numerosas que las espigas en un campo.

Que la ciudad desierta está próxima á los españoles, y aun se mantiene murada, que solo han caido las puertas, y de las torres las medias naranjas; que hay otro fuerte de la citada ciudad, mirado con pocas ruinas. Hasta hoy es una isla que hace la misma gran laguna de Ranco al principio de ella, de donde no divisan la poblacion de españoles.

Las ventanas del Baldío dan, pues, frente al Monasterio de Yuste, escondido en una leve ondulación de la falda meridional de la Sierra de Jaranda, pero cuya situación y cercanías se divisan perfectamente.

Que desde la casa de Llancapichun, hasta llegar á la orilla de la laguna, desde donde se divisan los españoles que se buscan, hay veinte y cuatro horas de camino montuoso, con algunas angosturas y cerrillos.

Tayabas es pueblo de muchísima antigüedad; hoy es cabecera de la provincia á la que da nombre, habiéndolo sido anteriormente Calilayan. Se encuentra bajo la influencia del Banajao y á dos leguas del estrecho, cuyas aguas se divisan perfectamente á virtud de la gran altura en que dicho pueblo está situado. Confina con Pagbilao, Lucban y Sariaya.

En él nos cuenta cómo iba aquel día entre los árboles y los mármoles, rememorando nombres amados como ante la tumba de su hijo, o la tumba de los que habían estado con él, o contra él, en las luchas violentas de sus días viriles, como aquel Vélez Sarsfield ante cuya tumba exclama: «¡Bravo viejo!: anduvimos juntos muchas jornadas memorables; salvamos, tomados de la mano, abismos que se abrían bajo nuestras plantas, y llegamos al término diciéndonos adiós, satisfechos ambos de haber obrado bien, y legado a nuestra patria páginas de historia sin manchaAsí marchaba por entre los mármoles y los árboles, hablando a los muertos con familiaridad pagana, y con la sobrehumana serenidad de un héroe ya muerto él mismo, que transitara entre las sombras del Hades... Cuando, de pronto, he aquí que se detiene frente a la tumba de Juan Facundo Quiroga, y a propósito escribe estas bellas y nobles palabras, dignas ciertamente de un filósofo antiguo: «Por entre sus columnas se divisan ya, aun antes de entrar, urnas cinerarias, sepulcros, columnas y sarcófagos, y la bella estatua del Dolor, que vela gimiendo sobre la tumba de Facundo, a quien el arte literario más que el puñal del tirano, que lo atravesó en Barranca-Yaco, ha condenado a sobrevivirse a mismo y a los suyos, a quienes no transmite responsabilidades la sangre.

Para los que habitan el oasis es este un presidio; para los que lo divisan de lejos ó lo ven sólo con la imaginación, es un paraíso. Sitiado por el inmenso desierto, donde el viajero desorientado sólo halla hambre, sed, la locura, ó tal vez la muerte, los habitantes del oasis son además diezmados por las fiebres que la pestilencia de las aguas producen, al pie mismo de las poéticas palmeras.

La situacion de estas ermitas es en sumo grado pintoresca: desde el mirador que hay á su entrada se divisan, á la derecha, y como á la mitad de la vertiente de la montaña, la quinta de la Albayda, antiguo Castillo Blanco, propiedad hoy del conde de Hornachuelos; mas lejos el castillo de Almodovar, cuya masa cenicienta descuella confusa en la eminencia de un cerro entre los vapores que se levantan de la campiña.

Pero si todavía es poco lisonjera la situación del escritor en España, en el horizonte se divisan ya señales de un nuevo y mejor estado. De algunos años a esta parte ha mejorado notablemente el aspecto económico de las letras: ya los autores o poetas que abastecen el teatro, pueden vivir de sus obras, y dentro de algunos años tal vez los que escriben libros y artículos puedan hacer lo mismo.

De las tres ventanas se divisan igualmente tiendas de especieros, de fabricantes de garruchas, vendedores de bebidas malas, y de velas para embarcaciones. Delante de las puertas de dichas tiendas generalmente se ven grupos de viejos marineros y de otros frecuentadores de los muelles, personajes comunes á todos los puertos de mar, charlando, riendo y fumando.

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