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Actualizado: 24 de junio de 2025
Esta le apretó con fuerza la mano poniéndose a caminar al lado de Pedro, mientras le decía agitada febrilmente: Nada de depresivo para usted... nada que pueda herir su dignidad... ¡Al contrario!... Se ha sentido conmovida hasta el llanto de lo que ella llama su generosidad de usted... Pero el caso es que ha tomado una gran resolución... Se va al convento... Entra carmelita... Sí, señor, carmelita... Mi sorpresa es tan grande como la de usted... porque yo sabía que era piadosa, creyente, pero no beata... Necesariamente la lleva a dar este paso esa vida miserable que arrastra al lado de su horrible tía de usted... dispénseme usted la palabra... Le he prometido guardar el secreto para con todo el mundo, excepción hecha de usted... Porque su tía de usted se pondría furiosa de perderla y Beatriz no la prevendrá hasta el último momento por miedo de que le juegue una mala pasada... Y ahora, amigo mío, si quiere usted tomar mi consejo...
Entró el enemigo; y aunque venía de paz y don Pompeyo se había propuesto ser muy prudente, en cuanto doña Petronila abrió el pico, el ateo extendió una mano y dijo interrumpiendo: Dispénseme usted, señora, y dispense este digno sacerdote católico... vienen ustedes equivocados; aquí no se admiten limosnas condicionales.... ¿Cómo condicionales?... preguntó don Custodio, con muy buenos modos.
Señora dijo Salvador quitándose el sombrero, mas sin ver gota , dispénseme usted. Ojos tengo, pero de nada me sirven, pues no hay luz en el pasillo. Buscaba la puerta.... ¿Y soy yo acaso la puerta, señor majadero?... ¡Qué consideraciones gastan con las señoras los hombres de esta casa!...
Dispénseme usted, amigo Maza; yo he visto cocodrilos en Filipinas manifestó don Rudesindo. ¿Y qué quiere usted decir con eso? Como usted decía que los cocodrilos no se crían en el Nuevo Mundo... ¡Otra que tal! ¿Las Filipinas son del Nuevo Mundo? Señores, ¡señores! hay que abrir los paraguas. Hoy llueven aquí burradas.
Sus ojos brillaban con fiereza, mirándole de arriba abajo; pero estos ojos se dulcificaron repentinamente al ver temblar una lágrima en los del P. Gil. Dispénseme usted, señor excusador se apresuró a decir, acercándose a él, si le he ofendido. Tengo mal carácter... me irrito con facilidad... Adiós, señor, adiós respondió el P. Gil, estrechando la mano que Montesinos le tendía.
Tía mía, replicó Herminia con firmeza, el primer golpe no fué asestado por mi marido; usted lo sabe muy bien. ¿Qué quieres decir? Dispénseme usted de explicarme acerca de ese punto; pero sepa que no ignoro nada de lo que ha pasado y que yo no puedo culpar á mi marido. Á estas palabras, que eran una verdadera declaración de guerra, la señorita Guichard se levantó.
Dispénseme, pero tanto bollo... vamos... es cosa que a cualquiera se le atraganta. Después que rió cuanto quiso, me dijo: No creí que era usted gallego. ¿Pues? No se le conoce a usted nada. ¿Y en qué distingue usted a los gallegos, hermana? Pues en lo que les distingue todo el mundo... Está bien a la vista replicó con algún embarazo.
Señora mía dijo el sacerdote con impaciente franqueza, ávido de aclarar las cosas . Yo no le traigo a usted noticias buenas ni malas de la persona por quien llora, ni sé qué persona es esa, ni en qué se funda usted para creer que yo... Dispénseme, Sr. D. Romualdo.
Palabra del Dia
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