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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Curuguatí, 30 de Julio de 1791. Se pasó el tiempo en que ofrecieron llegar á esta los Portugueses, y dos meses mas, sin que puedan disculpar tanta demora con el pretesto de malos tiempos, ni otros acaecimientos del viage.
El riesgo de su ventura la tenía muerta de miedo. Pensó que acaso fue más allá de lo prudente. ¿Llegaría él a razonar, sentir y disculpar los móviles que la impulsaron, y, sobre todo, a empaparse bien de que eran desinteresados? Si creía que su objeto era atraparle, como en su soez lenguaje dicen los hombres entre sí, estaba perdida.
En hacer espadas de palo, cortar tablas, correr al marro, saltar al paso, trepar por rejas y encaramarse a tapias, no hallaba Millán competidor: para lograr premios, disculpar travesuras y evitar regaños, tenía Pepe especial ingenio.
En cuanto a disculpar las aficiones artísticas del marido y su trato con los cantantes, nada más fácil. ¿No era él músico también? ¿Y qué tenía de particular que, en saliendo de casa, empleara sus ocios en cultivar la amistad de aquellos excelentes señores que sabían tanta música, eran de tan fino trato y no se parecían a los envidiosos del pueblo, espíritus limitados, estrechísimos, monótonos, inaguantables?
Así se explicaba María Antonia que D. Jacinto, severamente, sin amor y en cumplimiento de deberes impuestos por su nobleza, se hubiese al fin casado. Esto discurría para disculpar a su amigo, pero se afligía de no verle, de no conversar con él y de la soledad y del abandono en que la había dejado.
Siempre acatando humildemente los mandatos de mis señores y dueños; pero, salvo el respetable parecer de la señora marquesa, quisiera yo..., me atrevería yo, mejor dicho, a suplicarla que se dignara tener en cuenta que cuando a un hombre, ya encanecido, le abonan treinta y ocho años, bien largos, de incesantes, aunque modestos servicios en una sola casa como me abonan a mí, se puede disculpar..., creo que es de necesidad y de justicia, que este hombre se muestre lastimado de cualquier expresión...
Volvióse el señor de los Pazos, y se quedó inmóvil, con la escopeta empuñada por el cañón, jadeante, lívido de ira, los labios y las manos agitadas por temblor horrible; y en vez de disculpar su frenesí o de acudir a la víctima, balbució roncamente: ¡Perra..., perra..., condenada..., a ver si nos das pronto de cenar, o te deshago! ¡A levantarse... o te levanto con la escopeta!
Todo se volvian hablillas en la Córte sobre el desaire que queda esplicado, y hubieran pasado mas adelante si el archiduque no tratase de disculpar á su esposa de los tiros que se la dirigian; por lo cual tuvo que abreviar precipitadamente su viaje para el suelo español. Ya habian comenzado los dias de 1502, cuando hicieron su entrada en España por Fuenterrabia.
¡Claro está que no! masculló Amaury. En tal caso concluyó Felipe, con acento triunfal, debes confesar que no es tan grave mi delito, y hasta disculpar mi amor hacia Antoñita. ¿Y a mí qué me importa que la ames o no? dijo Amaury. A tal grosería contestó Felipe sonriendo con la mayor impertinencia: Querido Amaury, eso es cuenta mía.
Estaba perfumada su estancia, y lucían en ella los primorosos presentes de sus antiguos amadores y el lujo de la plata labrada. Don Jacinto no dejó de acudir a la cita. Era ya otro hombre. Había desechado la máscara del misticismo. Hasta el recuerdo de la fealdad y de la tontería de su consorte estimulaba su liviano deseo. Para disculpar su ingratitud, brotaron de sus labios entrecortadas frases.
Palabra del Dia
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