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Actualizado: 12 de mayo de 2025
En Can Mallorquí habían pasado todos mala noche. Margalida lloraba; la madre se había lamentado incesantemente de lo ocurrido. ¡Señor! ¡qué pensarían de ellos las gentes del cuartón al saber que en su casa se pegaban los hombres como en una taberna! ¡Qué dirían las atlotas de su hija!... Pero a Margalida la preocupaba poco la opinión de sus amigas.
¿Qué dirían nuestros intolerantes convecinos si por arte sobrenatural al despertarse una mañanita se hallasen viviendo en aquella gran Sevilla del siglo XVI?
Sí, debieron hablar de eso; sin duda, dirían que era muy rica, de poco tiempo a esta parte... una parvenue, ¿no es así? Está bien, pero no es todo, debieron decir otras cosas. No, no he oído nada... ¡Oh! señor cura, estáis cometiendo, por culpa mía, una mentira caritativa, como vos diríais... y os hago desgraciado, pues debéis ser la sinceridad en persona.
El dinero no lo era todo. ¿Y la gloria? ¿Y la vergüenza profesional? ¿Qué dirían de él los miles y miles de partidarios entusiastas que le admiraban? ¿Qué contestarían a los enemigos cuando les echasen en cara que Gallardo se había retirado por miedo?... Además, el matador deteníase a considerar si su fortuna le permitía esta solución. El era rico y no lo era.
Tomé por las calles más apartadas y solitarias, temeroso de que las gentes me vieran a caballo. «¡Charrito de barro, charrito de agua dulce!... dirían. ¿De cuándo acá?» La idea de que podía yo ser objeto de risas y de burlas me atormentaba cruelmente. Ya me parecía oir a los murmuradores villaverdinos en la botica de don Procopio. ¿Saben ustedes la gran noticia?
Habéis creído mal... yo no podía casarme con vos; yo no podía daros esa suma de encantos, de nobleza, de dignidad que os ha dado vuestra esposa; yo era, yo soy una mujer perdida para el amor; lo he conocido al conoceros... al amaros he comprendido que no debía ser para vos lo que he sido para otros... quería ser más... quería ser... vuestra hermana... vuestra hermana del corazón... oíd... no vendréis á mi casa... no... eso se sabría... creerían que yo era vuestra querida... lo sabría vuestra esposa, porque conoce á muchas gentes, y entre esas gentes, que son como todas, las hay sin duda que se gozan en la desgracia ajena... esto es odioso, pero es verdad; por recatadamente que viniérais á verme, alguien os vería... ya lo creo... os sentirían mis criados... y mis criados... lo dirían, porque los criados lo dicen todo... no, no debéis, no podéis venir á mi casa, porque no podéis, no debéis herir el corazón de vuestra esposa.
Hablé á dicho Capitan comandante, animándole á la secuela de nuestro fluvial viage, haciéndole presente, qué dirian de nosotros en asunto de tanto honor. Que despachase á Salta por comestibles; que sentia hubiese arrojado el barco y canoa sin dejar custodia alguna, que nos mantuviesemos en aquel fuerte.
Y mientras el otro se levantaba, la señora, silenciosa hasta entonces, llamó aparte a Quilito; en un rincón, pasando la mano por el cuello de su gabán para quitarle las hilachas que siempre se dejaba, le dijo bajito que no le parecía bien saliera en compañía de aquel hombre; ¿qué dirían los que le vieran? ¿No es mi tío? dijo él con afectada seriedad.
¡Quién diría que estamos en un buque! exclamó . Usted, Fernando, que es poeta, u otro escritor profesional, si hubieran de describir esta parte del Goethe, ¡qué cosas tan hermosas dirían... y tan falsas! De seguro que el lugar donde estamos sería el templo del fuego y las máquinas los altares.
Me causa risa el pensamiento de que yo pudiera decidirme por uno de ellos. No son estos hombres los que me harán perder la cabeza. Pero aunque alguno de los tres me interesase, guardaría mi prudencia, temiendo lo que harían ó dirían los demás al verse desahuciados. Es mejor mantenerlos á todos en la inquieta felicidad de la esperanza.
Palabra del Dia
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