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Actualizado: 5 de octubre de 2025
Le aseguro, Mabel, que si nuestra amistad no estuviese apoyada sobre bases tan bien definidas, me permitiría representar el papel de amante. Usted sabe que yo... Vamos, déjese de necedades interrumpió, levantando su pequeño dedo con fingida reprobación. Recuerde lo que dijo ayer. Dije lo que pensaba y tengo intención de hacer. Y lo mismo hice yo.
Sin embargo, ¿os contuvisteis a pesar de todo?, señor Macey, ¿no es cierto? dijo el tabernero. Sí, me contuve por completo, hasta que me encontré solo con el señor Drumlow. Entonces se lo dije todo, respetuosamente, sin embargo, como siempre. El pastor tomó la cosa ligeramente, y dijo: «¡Bah! ¡bah!
Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba. Dije entre mí: "Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer."
Es el único recuerdo que conservo de mi madre, contesté yo, como era la verdad. ¿Y cómo se llamaba tu madre? Pascuala, le dije. ¡Oh inescrutables designios del cielo!, exclamó el Barón, arrancando de su pecho un hondo suspiro que se diría que le desahogaba. ¿Qué pasa? pregunté yo imaginando que el Barón iba a desmayarse.
Vuestra Majestad pregunta de quién son los restos que escoltamos. Son los de mi querido amigo Alberto de Laugrán. Nadie deplora más que yo su desgraciada muerte dije, y lo prueba el edicto que evitará la repetición de esos encuentros. ¡Pobre señor de Laugrán! exclamó Flavia con dulzura.
No quiero decir que eso aumente poco ni mucho su interés por ella se apresuró a decir. Pero... vamos, el dinero nunca daña... Se informó también del estado de mis amores, y con ella fui más franco que con Matildita. No le dije más de lo que había pasado.
»¡Ah! ¡Dios mío! le dije acercándome a él: ¿quién es ese anciano? »¡Qué! señora, ¿no le ha conocido usted? me dijo en tono brusco. »¡Ah! No, se lo aseguro. »¡Es mi padre! »¿Su padre? exclamé: ¡Mi antiguo maestro de música!... El buen Gerardo Broschi... ¡Ah! ¿De dónde viene, qué ha sido de él? ¡sería muy dichosa en abrazarle!...
La víspera, había apenas dirigido una mirada a esa criaturita; ese día, al verlo, mi pecho se dilataba y se llenaba de una ternura infinita. Desde ayer te has vuelto más pura y mejor me dije mentalmente. La visita fue larga, de una duración inquietante. Al fin, la puerta de la habitación contigua se abrió; el médico salió solo.
REY. No era, porque su miedo Le dirá que sólo puedo Llamarme Yo en esta parte. Sale CELIO. CELIO. A don Tello, mi señor, Dije cómo Yo os llamáis, Y me dice que os volváis, Que él solo es Yo por rigor; Que quien dijo Yo por ley Justa del cielo y del suelo, Es sólo Dios en el cielo, Y en el suelo sólo el Rey. REY. Pues un alcalde decid De su casa y corte. CELIO. Túrbase. Iré. Y ese nombre le diré.
El reloj del Cabildo golpeó en aquel momento las tres de la madrugada, y el eco de la campana se extinguió en el silencio de la noche. Sabe que tengo un hambre devoradora y que siento frío me dijo, entremos y su rostro, al pronunciar estas palabras, no reflejaba la más mínima impresión por lo que acababa de suceder. Blanca le dije, ¿me ama usted?...
Palabra del Dia
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