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Actualizado: 10 de noviembre de 2025
Que el servicio sea en vajilla de plata, ó en vajilla de zinc, poco importa: él estaba en el caso de anunciarse pomposamente, y dice que es de plata. En el boulevard Montmartre hay un letrero enorme; en que se brindan dientes por 5 francos cada uno, prévia una garantía de diez años. ¡Dónde estará el diente al cabo de diez años, y aquel á quién se puso, y el mismo que lo puso!
Había sido sorprendida por el naufragio en el momento que intentaba vestirse: tal vez el terror la había hecho arrojarse al mar. La muerte había contraído su rostro con un rictus horrible que dejaba los dientes al descubierto. Un lado de su rostro estaba tumefacto por un golpe. La vió Ferragut al asomarse entre los hombros de dos señoras que temblaban apoyadas en la baranda de la cubierta.
A distancia como de dos millas dieron con un manantial de agua potable, aunque algo salobre: por donde corria, habia algo de heno verde, y no lejos de allí vieron once guanacos. Tambien recogieron á bordo del navio el perro que se vió en la playa, lleno de heridas, y los dientes gastados de comer marisco.
Sus dientes castañeteaban a causa del frío y de la impaciencia y tenía sus ojillos fijos en el doctor con la curiosidad inquieta de un niño ante el que se abre una caja de bombones. El señor Le Bris no le hizo esperar. ¿Usted sabe dijo cuál es la situación de la señora de Chermidy? Viuda consolable de un marido al que no ha visto nunca.
Y se puso a crujir los dientes y a rodar los ojos que daba espanto verle; pero no llegó a agredir a su amigo. Haciendo un esfuerzo supremo por contenerse, desahogó su furor arrojando contra el suelo el sombrero, de tal modo que lo destrozó. Castro quedó aturdido, hecho una estatua.
La frase presidencial despertó gran alegría en el concurso. El inválido rechinó los dientes. Hubiera dado el otro hombro por poder asestar una bofetada a aquel viejo.
Con significativa sonrisa mostróle la dama al buey Apis el bouquet que tenía delante, y este, sonriendo también, dijo entre dientes, sin que ella protestase: El diablo son las mujeres...
¡Y bien! ¡o vienen balas, o somos hundidos como perros! gritó Kernok al maestro Durand tan pronto como le vio aparecer sobre el puente. ¡No queda ni una! dijo el doctor rechinando los dientes. ¡Que mil millones de rayos se lleven al brick! ¡y no tener nada, nada, para recibir a los ingleses que van a abordarnos! ¡Mira! ¡voto a tal! ¡mira!...
Ahora disponen de más soldados que nunca, de prodigiosas herramientas de destrucción, y sin embargo se mantienen en forzado quietismo, armados hasta los dientes.
Los tiradores negros del centro de África enseñaban sus dientes de marfileña sonrisa á los gigantes bronceados, con grueso turbante blanco, procedentes de la India. El cazador de las llanuras glaciales del Canadá fraternizaba con los voluntarios de Australia y Nueva Zelandia. El cataclismo de la guerra mundial había arrastrado los hombres de los antípodas hasta este rincón dormido de la Grecia.
Palabra del Dia
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